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En cualquier país africano o del extrarradio del mundo nos encontraremos con chicos que juegan al fútbol, aunque no tengan un balón reglamentario o un campo adecuado y deban improvisar de cualquier forma. Es la imaginación del juego frente a las carencias. Pero sobre esa ... imaginación se ha construido otra cosa: las camisetas de los grandes equipos de fútbol que llevan incluso como prenda de vestir. Y si les preguntásemos a quién quieren parecerse, a quién admiran, uno de los nombres que dirían es el suyo: Messi.
Es posible que a muchos arrabales no lleguen algunos medicamentos, que no llegue la electricidad o llegue con dificultades, que no tengan información de noticias que les afectan, pero sí se habrán enterado, y posiblemente visto, de las lágrimas de Messi. En el mundo globalizado en que vivimos las lágrimas de este señor son un producto universal.
El futbolista de élite es uno de los mitos de nuestro tiempo. No es nada nuevo, los que poseen grandes capacidades físicas siempre han sido admirados hasta convertirse en divinidades terrestres. Pero se les admiraba por su capacidad de elevarse por encima del resto de mortales y no tenían precio, su valor no podía fijarse económicamente, era algo incalculable. El futbolista de élite moderno tiene una gran cuenta corriente, un ejército de asesores, una imagen que vende, sociedades y empresas... Se dice que esto es así porque ese fútbol produce mucho dinero, pero es una verdad a medias: es el capital quien ha potenciado el fútbol de élite para especular financieramente con él. La acumulación de capital ya no se produce tanto por el viejo 'fordismo', como por especular y elevar precios, aparte de crear diversos productos de 'merchandising', por ejemplo con todo lo que gira en torno al balompié de élite, que es una parte más de la sociedad del espectáculo. La llamada superliga de los grandes clubes camina en ese sentido. Aquello que admiran los chicos de los arrabales es, en el fondo, uno de los rostros del neocolonialismo. Y con un componente que puede pasar inadvertido, pero es esencial: el ideológico.
Puede entenderse que un profesional de alto nivel esté bien pagado, pero cuando como deportista depende de la especulación financiera y de un dinero exorbitado, estamos hablando de otra cosa. El mito tasado y comprado en el mercado, es un mito prostituido. Quizás esas deberían ser las razones para las lágrimas del señor Leo Messi.
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