Érase una vez un equipo ciclista que tuvo que desaparecer apresuradamente por su implicación en la 'Operación puerto'; la redada que representó la lucha del Estado contras los tramposos en el deporte. Ese equipo se deshacía en el peor momento, a comienzos de la temporada ... 2006, dejando compuestos y sin patrocinador a sus integrantes. Hacía falta un milagro y vino de la mano de su líder kazajo, que llamó al presidente de su país y le pidió ocho millones de euros. Dicho y hecho. El presidente los soltó y de la noche a la mañana el mundo ciclista tuvo un nuevo equipo, que llevaba un nombre muy raro. Que resultó ser el de la capital del Estado. Y el del mayor grupo empresarial del mismo. Todos bajo la mano del poderoso presidente, Nursultán Nazarbayev, quien desde 1984 gobernó la república sin interrupción, y sin aparente oposición, hasta 2019. Primero en el momento soviético y después en la ambigua esfera geopolítica de un área mundial crítica. Durante 35 años el autócrata instaló un aparato familiar-empresarial, que liberado de la tutela soviética, se benefició de los nuevos campos petrolíferos, explotados por compañías norteamericanas, y cambió la cara del país, comenzando por su capital, Astaná, la que dio nombre al equipo ciclista, y que creó casi de la nada en 1998, sustituyendo a la antigua Almaty. Todo para aparentar la pujanza de su renovado Estado-familiar, que flotaba sobre un balsa de petróleo, gas y uranio. Cuando el jefe se jubiló en 2019, volvieron a cambiar el nombre a la capital, que ahora, en su honor, se llama Nursultán. Desde la que gobierna su delfín, Kasim-Jomart Tokáyev, el que dio órdenes de tirar a matar a los jóvenes revoltosos, cuyas muertes son manipuladas por unos medios controlados por la hija del jubilado. Que no parece estarlo, pues 'el padrino' sigue manejando los hilos de una situación que ha llegado a ser muy inestable, quizás por graves disputas dentro del omnipotente clan. Como prueba la purga, el sábado pasado, de algunos de sus miembros más destacados, como Karim Massimov, antiguo jefe de los servicios de información.

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El sistema es opaco, corrupto y déspota. No es capaz de distribuir la riqueza generada por sus recursos naturales, sino que la abduce; lo que causa malestar social, que una chispa, provocada o accidental, periódicamente inflama. Unas veces es la designación a dedo del sucesor del 'don', ratificado en una elecciones amañadas, como ocurrió en 2019, y otras la subida del precio del combustible, como parece que fue ahora. En estas revueltas el régimen demuestra su carácter híbrido, con una apariencia formal más o menos democrática y un aparato autoritario robusto, que son puestos a prueba, de cuando en cuando por la evolución de una sociedad que no puede sustraerse a los cambios que la explotación de tan enormes yacimientos induce. Y que se hacen patentes en las ciudades de un territorio muy extenso y escasamente poblado. Así que, por una parte, tenemos unos movimientos civiles que presionan en las calles, y una respuesta del régimen brutal, cuando la organización de los primeros lo amenaza con la inestabilidad.

Es esta estabilidad la que garantizaron las tropas de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, a la vez que el presidente Putin dio un paso más en su intento de recomponer la esfera rusa. Así manifestó la solidaridad del bloque y ganó tiempo para que el presidente Tokayev pueda encontrar una vía de acuerdo aceptable con las vanguardias populares, que también tranquilice a los grandes inversores con intereses en el territorio, que ocupa una posición estratégica en el continente.

Seguramente necesitará algún gesto simbólico, urdido entre bastidores, quizás el arresto de Massimov anuncie la salida definitiva del país del omnipresente 'padrino', rumbo a alguno de los que han actuado como bomberos, los miembros de OTSC, cuyo líder parece que desea pasar la página kazaja cuanto antes y seguir fijando la vista en la de Ucrania. En cualquier caso, el brote ha dejado un par de cientos de muertos y varios miles de detenidos.

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