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El empeño del alcalde de Siero, Ángel García 'Cepi', por asegurar la inversión de Costco en su municipio y la creación de 200 puestos de ... trabajo ha puesto al descubierto las contradicciones del modelo económico de esta autonomía nuestra, abanderada de un concepto de progreso que a veces parece reminiscente del cubano. En materia de desarrollo económico, nuestros políticos llevan décadas poniendo tantas puertas al campo que resulta casi imposible poder hacer nada, ni siquiera abrir un espacio comercial con una superficie superior a los 2.500 metros cuadrados.
En este sentido, a pesar de que el cruce de argumentos entre el alcalde de Siero y el presidente del Principado comienza a deslizarse peligrosamente por la senda del delirio (lo de «tú me pides calma, yo te doy velocidad» lo podría haber dicho Maverick en Top Gun), la realidad es que Ángel García ha abierto una polémica muy necesaria y nada exenta de razón, porque ya hemos escuchado muchas veces al presidente Barbón hablar de simplificar la regulación y de agilizar la burocracia, sin que se haya producido avance alguno al respecto en los casi cinco años que lleva al frente del Gobierno regional. Perpetuar, cuando no continuar expandiendo, un galimatías regulatorio que estrangula cada vez más a las empresas existentes al tiempo que crea todo tipo de obstáculos a la llegada de nuevas inversiones y competidores, supone dinamitar los cimientos de ese dinamismo e innovación que tan insistentemente se dice desde ese Gobierno querer impulsar.
Ángel García también ha estado agudo en lo que se refiere a la derivada política de este asunto. Las inquietudes del alcalde sierense respecto al papel que le corresponde jugar a Izquierda Unida en el Ejecutivo regional son un auténtico torpedo en la línea de flotación de las que, hasta ahora, han sido las premisas fundamentales que han sostenido los gobiernos de coalición PSOE-IU en Asturias: con el mínimo esfuerzo electoral y desgaste político, IU siempre ha logrado maximizar su influencia a costa de un PSOE tan acomodaticio como conformista.
El resultado final e invariable de esta dinámica es el bloqueo de las reformas dinamizadoras que tanto necesita Asturias, omnipresentes en los discursos de Adrián Barbón, y obstinadamente ausentes en los procesos de toma de decisiones del Gobierno que preside.
En cualquier caso, que sea el fuego amigo el que haya logrado activar esta pequeña revolución, dice mucho –y no muy bueno– de la dinámica en la que se desenvuelve la política actual, porque si las reivindicaciones razonadas y razonables que propone Ángel García llegasen desde la oposición, la reacción tanto del PSOE como del presidente Barbón sería cerrarse en banda a cualquier avance o cesión.
Con todo, es de agradecer y admirar que un alcalde se salga del guion previsto y actúe por convicción y reconocimiento de sus obligaciones (y cierta dosis de sano cálculo político) y no por el habitual seguidismo partidista.
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