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La excepcionalidad de la pandemia, que golpeó severamente la economía global, relativizó temporalmente el mal estado en que se encuentra la economía europea, y que ... finalmente se ha visto reflejado en tres grandes informes. El primero de ellos, 'Acelerando Europa: competitividad para una nueva era', fue publicado en 2022 por el Instituto Internacional McKinsey, y pone el acento en tres datos: las grandes corporaciones europeas invirtieron en 2022 un 60% menos que sus competidoras norteamericanas y crecieron un 33% menos que éstas, mientras el poder adquisitivo de los europeos es, de media, un 27% más bajo que el de los norteamericanos.
El segundo informe, encargado por la Comisión Europea, se publicó el 16 de marzo de 2023 bajo el título 'Competitividad de la UE a largo plazo: mirando más allá de 2030', y profundiza en cómo la Unión Europea padece de un exceso de regulación; en la fragmentación de sus mercados financieros; cómo la inversión (pública y privada) es demasiado baja, mientras las altas cargas impositivas y gasto público apenas dejan margen de mejora en este aspecto; y cómo las compañías europeas son demasiado pequeñas para competir globalmente.
El tercer informe, encargado por la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, al expresidente del Banco Central Europeo y ex primer ministro italiano, Mario Draghi, fue presentado el pasado 9 de septiembre bajo el título 'El futuro de la competitividad europea', y no sólo incide en muchas de las métricas negativas presentadas anteriormente, sino que añade una lista de indicadores demoledores, como que el PIB de la UE (ajustado según la inflación y a precios de 2015) se había reducido en 2023 un 30% en comparación con el norteamericano, cuando la diferencia en 2002 era de 'sólo' el 15%. Así, el peso relativo del PIB de la UE respecto del total del PIB global ha caído un 33% desde 1995, y mientras EE UU continúa aportando en torno al 20% de la riqueza mundial, el peso relativo del PIB europeo se ha desmoronado frente al empuje chino. La UE está en apuros porque sus grandes economías han experimentado una caída incesante de la productividad en la última década, por los efectos de la pandemia y la guerra de Ucrania, y por el descenso de la demanda china. Un ejemplo: pese a que los precios de la energía han bajado desde el inicio de la guerra, las empresas europeas pagan hoy entre dos y tres veces más por la electricidad que sus competidoras norteamericanas (estos días hemos visto cómo las consecuencias de esta carestía están afectando a la siderurgia, un sector clave en nuestra región). En cuanto al esfuerzo necesario para revertir la situación, las cifras aportadas por Draghi son mareantes. Europa debería invertir 800.000 millones de euros al año, en torno al 4,5% del PIB anual de los 27, si quiere volver a ser competitiva. Para que nos hagamos una idea, el Plan Marshall de 1948 equivalía, en su totalidad, al 1,5% del PIB del bloque en aquel momento.
¿De dónde va a sacar Europa ese dinero? La solución propuesta por Draghi no es nueva, y pasaría por mutualizar la deuda del conjunto de los estados miembros, algo que los países más austeros ven con enorme recelo ante la indisciplina fiscal de algunos grandes estados, con niveles de deuda cercanos (o superiores) al 100% de su PIB, como son Francia, Italia y España. Más allá de la financiación, el 'Informe Draghi' propone una serie de medidas de alcance. Entre ellas y en primer lugar, Europa debe desarrollar una estrategia industrial y tecnológica común, incluyendo la implantación de un plan energético y una red de distribución eléctrica compartida. En segundo lugar, la UE debe desarrollar un plan de producción y suministro de material militar conjunto. En tercer lugar, los países miembros deben empezar a desarrollar un sistema educativo homogéneo que afiance el mercado laboral único, y desarrollar planes de formación avanzados para la capacitación de la fuerza laboral (el informe recoge que un cuarto de las empresas europeas tiene problemas para encontrar empleados con las habilidades necesarias, especialmente para cubrir puestos de gestión intermedia). En cuarto lugar, la UE debe llegar a acuerdos de libre comercio preferentes con un mayor número de países, para diversificar sus cadenas de suministro y minimizar su dependencia de China. Y, en quinto lugar, urge reducir la maraña regulatoria y burocrática tejida tanto por Bruselas como por los estados miembros y sus regiones.
El 'Informe Draghi' debería ser la base del nuevo plan estratégico de cinco años que la Comisión deberá presentar a los 27, pero los equilibrios políticos en la Unión son también más impredecibles que nunca. Aunque el pacto entre el Partido Popular Europeo, ganador de las últimas elecciones al Parlamento Europeo, y los socialistas y liberales está cerrado, cualquier reforma de calado que la nueva Comisión presente deberá contar con el consentimiento unánime de los países miembros, y en los últimos años han proliferado entre ellos gobiernos de coalición que han incorporado a partidos tanto de extrema derecha como de extrema izquierda, habitualmente contrarios a Bruselas y abiertamente opuestos a ceder más poder a la Comisión, condición indispensable para sacar adelante las propuestas más ambiciosas del 'Informe Draghi'.
Todo apunta, en definitiva, a que Europa llega a este momento crítico en un contexto de fragmentación política, con los extremos ideológicos en disposición de ejercer más influencia que nunca. Desde el extremo izquierdo, ya se ha comenzado a describir el 'Informe Draghi' como una argucia preconcebida con la intención de que los europeos acepten una agenda de reformas liberales; desde la banda derecha, como una mera excusa para que la Comisión arrebate mayores cuotas de soberanía a los respectivos gobiernos. La cuestión de fondo, en cualquier caso, es que los graves problemas de Europa son una realidad objetiva y mesurable, y que corregirlos requerirá pragmatismo, visión a largo plazo y esfuerzo colectivo. Activos imprescindibles para Europa cuando la prosperidad de cada uno de sus ciudadanos está en juego.
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