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Sorprende, la intensa polémica suscitada por la iniciativa de instalar dieciséis casetas hosteleras en Begoña durante la Semana Grande. Una de las críticas más socorridas, ... es la que sostiene que dichas casetas suponen una competencia desleal para los negocios hosteleros del centro de Gijón cuando, más bien al contrario, ofrecen una gran oportunidad para que los negocios de la zona aprovechen aún más la demanda propia de la temporada.
Estamos ante una regla esencial de mercadotecnia, según la cual los negocios al por mayor (y la hostelería lo es) necesitan de un gran volumen de afluencia de clientes para compensar costes y generar beneficios. Por eso en toda ciudad que se preste hay zonas de ocio en la que este tipo de negocios se concentran. Que usted se tome un vino y una tapa en un local no impide que a continuación usted repita la misma operación en otro establecimiento cercano. Y así, cuantos más establecimientos haya, más capacidad estará disponible para atender a más potenciales clientes, más personas se verán atraídas por esta concentración de oferta, y se incrementará la demanda para beneficio de todos los establecimientos de la zona.
Por otro lado, la propuesta ofrece a los hosteleros de otras zonas de la ciudad la posibilidad de beneficiarse del indiscutible tirón comercial que tiene el centro de Gijón en verano. Sin necesidad de hacer una gran inversión o de tener que cerrar su negocio primario, los hosteleros de otros barrios pueden tener acceso al potencial económico que ofrece el centro o promocionarse allí. Las casetas proporcionan una alternativa magnífica y asequible para que los beneficios de la Semana Grande lleguen a más negocios, y en consecuencia a más familias.
Pero entre todas las críticas hay una que encuentro especialmente enternecedora. Me refiero al argumento según el cual la instalación de las casetas supone un intento de privatizar la vía pública. Seamos serios, la proliferación de negocios privados a pie de calle no supone ninguna privatización de los espacios públicos. Todo lo contrario, la abundancia de negocios promueve el dinamismo y la habitabilidad del espacio público, y mediante el pago de impuestos y de la pertinente licencia (incluso si son temporales) contribuyen a su mantenimiento y adecentamiento. A más comercio, hostelería y negocios, mejores vías y jardines y mejor cuidados. Aunque sospecho que, lo que de verdad resquema a algunos, es que la idea sea promovida y gestionada por una consultora privada. Pues mire usted, ojalá se gestionaran así más espectáculos y actividades en nuestro municipio, reduciendo el riesgo y la exposición a pérdidas a cuenta de las arcas municipales, al tiempo que la especialización privada permite mejorar y agilizar gestiones, y mejorar la experiencia de hosteleros y clientes al menor coste para el bolsillo de todos. Si un negocio local se echa la idea y su desarrollo a la espalda y consigue hacer dinero con ella, al final esas ganancias también redundarán en beneficio de los gijoneses a través de los pertinentes impuestos. Cuanto más cunda el ejemplo, mejor. En esto es, precisamente, en lo que consiste el progreso.
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