La semana pasada supimos que Adif contratará la redacción de los proyectos para la estación intermodal de Moreda y su conexión con el metrotrén. Todo ello, por importe de 5,7 millones de euros y un plazo de treinta meses. Es decir, hasta mediados de ... 2025 (con suerte) no podremos ponernos a licitar su construcción. También queda, por supuesto, buscar la correspondiente financiación. Esto es, de dónde van a salir la pasta que se necesita para ejecutar la obra. En total, con este nuevo desembolso, se han gastado más de 17,7 millones de euros en estudios, maquetas y proyectos para el plan de vías.

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Eso sí, no se ha movido una piedra más allá del levantamiento ferroviario y la construcción del túnel del metrotrén, que lleva por el subsuelo gijonés y sin utilidad desde 2006. Tenemos, pues, que al final de esta legislatura habrá un protocolo firmado, un nuevo proyecto en redacción y nada más. O sea, estos cuatro años han sido un «volver a empezar» en toda regla. Las incertidumbres sobre nuestro plan siguen ahí presentes, puesto que en los tiempos que vivimos alargar de esta manera la integración ferroviaria solo lleva a una cosa: que sobrevengan otras circunstancias que la retrasen o anule, como ya pasó.

Nuestros gobernantes han valorado este paso como un éxito. Exactamente lo mismo que cuando en 2013 y 2014 se redactaron los proyectos de la primera versión. Sin embargo, veinte años después seguimos sin estación y no se acaba de vislumbrar el final. Dicho de otra manera: esta nueva licitación no diluye la gruesa capa de escepticismo que los gijoneses tenemos sobre el futuro del plan de vías. Más si cabe, cuando la estación de autobuses aparece como la pariente pobre de esta operación, por las serias dudas que ofrece su encaje con el previsto intercambiador del Humedal. Fíjense que incluso este anuncio no generó grandes debates en la ciudad, porque estamos agotados de esperar.

Ya nada nos convence más que ver máquinas trabajando. Algo, claro, que probablemente tampoco tendremos durante la próxima legislatura.

En definitiva, a mí esta alegría por parte de nuestros gobernantes se me asemeja a cómo se celebran los goles hoy en día en el fútbol. Los jugadores dan saltos, la afición les aclama, pero a veces su regocijo acaba en fiasco. El árbitro anula el tanto cuando le dicen por un pinganillo que había un fuera de juego. Sin duda, lo que sucederá con nuestra eterna integración ferroviaria, otra vez.

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