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Triunfo de la Asturias rural y, por extensión, de todos los asturianos, con la salida del lobo del Listado de Especies Silvestres de Especial Protección ( ... Lespre). Se recupera la situación que había hace cuatro años, con el control del cánido por los gobiernos autonómicos, recurriendo a las batidas como principal elemento de contención. En las regiones con más lobos (más del 95% de los lobos que hay en España habitan en Galicia, Asturias, Cantabria y Castilla-León) el número de ejemplares ha crecido sensiblemente. En los últimos diez años, el aumento fue del 26%.
Desde que Teresa Ribera maniobró con los políticos de las regiones que no tienen lobos (en la Comisión Estatal por el Patrimonio Natural votaron a favor de incluirlo en el Lespre todas las comunidades donde no hay cánidos; hasta el voto de Melilla sirvió para sacar adelante la postura de Teresa Ribera y de los ecologistas colocando al lobo en un burladero, a salvo de las escopetas), la situación dio un salto cualitativo. Los ganaderos empezaron a denunciar que el mayor enemigo de sus explotaciones no es la subida del precio del gasoil o del forraje, ni siquiera la tortura burocrática que les impone Gobierno (hay que tener un libro de entradas, las vacas tienen itinerarios por las explotaciones, etc.) es tan lesiva como los estragos que causan las manadas de lobos a los rebaños. Como recordó ayer Álvaro Queipo, entre 2023 y 2024, se abrieron 6.000 expedientes en Asturias por daños producidos por el lobo. 7.000 animales domésticos murieron por ataques de los cánidos en ese intervalo de tiempo. Aunque parezca una reflexión menor, debe resaltarse algo que declaran siempre los ganaderos: el dolor que les causa ver animales que alimentaron y cuidaron despanzurrados por el campo.
Una enmienda del PP posibilitó que, con los votos del PNV, Junts y Vox, el lobo perdiera el blindaje que le pusieron una elite de urbanitas, con casa en Majadahonda, paseos dominicales por la sierra y nómina de cinco ceros. Resulta irritante su discurso sobre la necesidad de fomentar un sistema de convivencia entre el ganado y las alimañas. Espero que el Principado se dé prisa y aplique el Plan de Gestión del Lobo, especificando zonas y número de ejemplares que consideran necesario abatir para que la ganadería extensiva no desaparezca. Una cosa es que haya lobos y otra que no puedan pastar los animales domésticos en las zonas de montaña. La votación en el Congreso de los Diputados hace más por la Asturias rural que cien discursos impostados.
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