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El acuerdo de colaboración parlamentaria entre Partido Popular y Foro no es importante por lo que dice, sino por lo que representa. Anunciar que van ... a luchar juntos por la recuperación económica, el apoyo a las empresas (grandes, pymes y autónomos), la reforma fiscal adecuada a las necesidades de Asturias y por unos servicios públicos de calidad e iguales en todo el territorio no es algo novedoso ni especialmente llamativo. Quizás la reforma fiscal podría servir de banderín de enganche al centro-derecha, pero siempre y cuando se entre en harina; prometer un cambio en la fiscalidad envuelto entre generalidades no resulta movilizador.
Las consecuencias visibles de la colaboración parlamentaria están en «hacer juntos propuestas que mejoren la calidad de vida de los asturianos». El núcleo semántico de la proposición está en 'juntos'. Hasta ahora hacían propuestas por separado. De ambas maneras, el Gobierno tiene forma de derrotarlas: basta que la diputada Covadonga Tomé vote con PSOE e IU. La oposición no es más fuerte tras el «acuerdo histórico», como lo definió Álvaro Queipo, pero el Gobierno de Barbón pierde margen de maniobra, al apartarse el diputado Pumares (Foro) de su influencia. Esa es una de las dos consecuencias del acuerdo.
Antes de seguir es necesario decir que, en los dos mandatos de Barbón, el presidente del Principado mimó a los partidos pequeños, ajenos a la izquierda, con dos objetivos: tener una reserva de escaños para poder aprobar los presupuestos ante cambios inesperados del sentido del voto y labrar una imagen de líder regional que tiene apoyos que van mucho más allá de las lealtades ideológicas.
En el primer mandato (2019-2023) daba un trato de privilegio a Ciudadanos y Foro. En los debates sobre el estado de la región, con largas intervenciones, se esmeraba el presidente en mantener a flote a los portavoces de esos dos grupos, con intervenciones que, en vez de contradecirles, les reforzaba. En una ocasión llegó a afirmar que Foro era el partido de la oposición con una línea política más convincente. El cortejo a Pumares casi tiene como resultado la cooficialidad del bable y el eonaviego, porque el ínclito veía bien el sistema trilingüe. La directiva gijonesa de Foro, capitaneada por Martínez Salvador, evitó el disparate.
En el actual mandato, desaparecido Ciudadanos, sólo quedó el diputado de Foro para hacer pactos transversales, que dan lustre al liderazgo del Principado, pero el acuerdo de colaboración, PP-Foro, devuelve a la Junta General del Principado la realidad del voto ciudadano: 23 diputados de izquierda frente a 22 del centro-derecha. No habrá espacio para más cambalaches.
Vamos con la segunda consecuencia. En la presentación del pacto, Queipo y Pumares afirmaron que sus dos formaciones mantendrían autonomía política: nada de absorciones y fusiones. Para despejar malos pensamientos deslizaron una frase: «no hay en este acuerdo ninguna previsión electoral».
¿Y qué es lo que hay tras el acuerdo, si descartamos fusiones, absorciones o coaliciones electorales? ¿Qué sentido tiene reservar la parte noble del palacio un sábado, vestirse de novio en la boda, para decir que van a presentar proposiciones parlamentarias juntos?
Desde las elecciones autonómicas de 2011, la trayectoria electoral de Foro es la siguiente: 16 escaños, 12, 3, 2, 1. Un paso más en la misma dirección le convertirá en partido extraparlamentario.
En las últimas elecciones autonómicas, Foro tuvo 19.313 votos en toda la región. Ese día, también hubo elecciones municipales y Foro logró en Gijón 40.274 votos. Es decir, con un electorado casi cuatro veces menor, dobló de largo el número de sufragios. Tras una breve, pero agitada trayectoria política, Foro se ha convertido, en la práctica, en un partido gijonés, aunque no haga gala de ello.
Queipo tiene en la cabeza, desde hace tiempo, la unificación del centro-derecha, como premisa necesaria para ganar las elecciones autonómicas y gobernar en Asturias. Acudir con tres listas (PP, Foro, Vox) es regalarle bazas a la izquierda para mantener el statu quo. La distribución de los votos entre las formaciones del centro-derecha ha llegado a un extremo en que los votos autonómicos que reciba Foro, la próxima vez, puede que no sumen a la causa de la derecha (no obtenga escaño), pero se vuelvan útiles para la izquierda, al irse a otras siglas que no son las del PP.
La fría realidad electoral llega acompañada de una historia de desencuentros. Recordemos que Foro nace porque Rajoy, tras promesas sin cuento, traiciona a Cascos, dando la cabeza de la candidatura del PP a Isabel Pérez-Espinosa, en 2011. Ahí empezó la pugna.
Quedan dos años justos para reconducir una historia desgraciada que desalojó a la derecha del poder en 2012. En política, como en todas las actividades, cuenta el capital humano. En este caso, la buena sintonía entre Queipo y Pumares, dos personalidades sin aristas punzantes, contenidas, con más tendencia al silencio que a alzar la voz, pueda jugar a favor de la racionalidad, y la derecha asturiana, como la española, se exponga en dos listas ante el electorado, una moderada y la otra radical (Vox). Quizás solo sea precisa una cualidad para la unificación: el realismo. Las elites políticas no pueden caer en el grave error de separar, como si hubiera dos centro-derechas en la sociedad asturiana, confundiendo siglas con grupos sociales.
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