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Zury Riós, candidata a la presidencia de Guatemala, mujer con cinco bodas en su currículo, se muestra partidaria a la vez de la pena de muerte y de prohibir el aborto. Zury, hija de Efraín Ríos Montt, asesino genocida y evangélico que portaba la Biblia ... en una mano y una ametralladora en la otra, representa muy bien la doble moral que caracteriza a los seres humanos. ¿A todos? A este respecto, recuerden a aquellos que se oponían al divorcio, pero que tan pronto como se autorizó por ley, con trote cochinero de verracos lúbricos, se precipitaron al registro para disolver vínculos. Somos así. Por todas las esquinas de la vida política y social asoman ejemplos de ello. Fíjate en ese Barça que pagaba a los árbitros para dejar a cero el esfuerzo de cualquier otro once, pero que ahora habla de conspiración en su contra de clubes envidiosos. Doble moral, hipocresía de orangután en trance de hominización, con la actual sorpresa de ver ahora a guardias civiles en la cuerda floja, mientras el votante se pregunta con Juvenal «¿quién guardará al guardián que guarda la puerta?».
Hay que sumar a tales paradojas el dañino respeto que tenemos a las tradiciones, sirva de ejemplo la vileza de algunas mujeres iraníes que vitorean a los ayatolás machistas y maltratadores. O esas abuelas africanas que por seguir la rutina de la ablación, podan el clítoris a sus nietas, en vivo y con cuchillas de afeitar. Pero hombre, si hasta VOX cuenta en sus filas con un predicador comunista... Claro que también hay pobres que votan a la ultraderecha. Ya me dirán. A este tango sólo le falta que algún obispo cuelgue la mitra, arremangue la sotana y se case con una de Solsona adicta a la literatura erótica y esotérica, y que de ahí salgan gemelas. Ya en el 'Cantar' el rey Alfonso VI constató su desconcierto, «cosas tenedes, mío Cid, que farán fablar las piedras». Y qué decir de esos célibes, negacionistas de la reproducción, que por observar el lema de 'creced y multiplicaos' aconsejan al resto de procreadores que se animen para no dejar espacios vacios. Y también está ese político que apremiado por el entrevistador a contestar con un claro sí o no a una cuestión que le planteaba, contestó de retranca, «pues mire usted, sí o no».
En el cerebro humano anida un circo de variedades y un almacén de paradojas, ¿cómo si no explicar que haya ucranianos prorrusos en zonas de Ucrania ocupadas por el matón del Kremlin? ¿O que haya patriotas que evadan ferroviales a países de distinta bandera? Quizá habría que echarle las culpas a esos genes que compartimos con la mosca del vinagre, que nos confunden siempre a la hora de elegir entre el sí o el no.
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