Reír o llorar

En la India de Narendra Mori malviven millones de indios sin comida, agua corriente, váter y muchas comodidades usuales. Pero, por contraste, ahí se ha celebrado la macroboda del hijo de Mukresh Ambani, un macrorrico que para la fiesta nupcial contrató 200 elefantes, 15 aviones privados, a la costosa cantante Rihanna, un crucero de 600 de tripulación por el Mediterráneo y miles de invitados. Mientras, en la Bombay de ocho millones de habitantes el 50% sufren la pobreza típica de la zona. Y lo más curioso y paradójico de esto, ¡toma, capitalismo!, es que en cuanto uno de estos pobres consigue un dinero, en lugar de comida o condones se compra un Kalashnikov, que el 'homo' suele adorar la fuerza bruta, y repudia la razón y la solidaridad humana.

Vean que mientras caravanas de coches atascan las autovías en busca de vacación, playa y melanoma, la estadística registra un aumento general de la pobreza que afecta a un 25% de españoles. Eso por no hablar de las pateras que atascan y atracan en las costas. Pero como los españoles sabemos el truco de aliviarnos de penas, acallamos los rugidos estomacales al observar que los ricos también lloran y, si no, mira el interés que nos despierta el robo de la jojoya de la cantante M. del Monte, los calzoncillos de la C. Lomana, el embarazo de Anabel Pantoja, o las zapatillas terapéuticas de la reina Letizia. Que quizá sea esa la treta de atinar con la felicidad, el ignorar si nos hallamos inmersos en una comedia o en un drama vital.