Qué será, preguntaba el cantante ciego J. Feliciano que no veía futuro. Y esa es también la pregunta que surge ante un 2024 paradójico y de pinta aciaga. Para calentar motores y empezar con buen pie, gente de Atapuerca ha ahorcado en efigie al presidente ... del Gobierno, en una fiesta navideña y kukluskaneska, en la que, jijí, jajá, le arreaban leña simbólica. Luego, por no aguantar la ñoñería de la niña, rosa y oro, subrogada de la Obregón, cambias de canal y ves cómo un niño gazatí, polvo y sangre, emerge de las ruinas de un edificio bombardeado por los israelíes. Horrorizado y para no amargarte el día, cambias de canal, y en el otro asoma la Pedroche con ese cuerpo saleroso que cualquier concejal pureta de VOX tacharía sin dudar. Zapeas. Es fin de año y en el comedor del Parador Reyes Católicos de Santiago no queda sitio para cenar a 500 euros del ala. Zapeas de nuevo y en las cocinas económicas las colas dan la vuelta a las manzanas. Es que la realidad actual es desconcertante, repleta de contrastes, chocante y estupefaciente. Para adivinar lo que ocurrirá luego, habría que darse una vuelta por la Ucrania asolada en Nochevieja por putinescos drones. O por el África exportadora de pateras suicidas. Para caer en la cuenta de que mientras en el alma colectiva se encierre el actual grado de inhumanidad, lo mejor va a ser cerrar los ojos, o mirar para otro lado, y que cada palo aguante su vela, actitud insolidaria, ¿lógica?, que cerrará el círculo de una inhibición social que nos dañará a todos. Obligados a vivir, y sabiendo que el mejor camino para la infelicidad es anhelar lo imposible, queda claro que 2024 traerá consigo incertidumbres de cara A y de cara B, para que vacilemos entre la litrona y la letrina. Y que cada cual deberá usar armas de defensa propias, pero sin caer en mesianismos, porque...
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(Parábola tonta: Un misionero viajó a Papúa para convencer a los papúes de que tras la muerte, si son buenos, les esperaba una vida mejor en un paraíso. Lo malo es que los aborígenes tomaron mucho cariño al predicador, y para facilitarle el tránsito hacia el feliz edén del que hablaba, lo mataron. Y luego se lo comieron, claro, que eran caníbales y así pretendían participar en la misma movida del misionero, en la creencia de que de lo que se come, se cría).
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