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Nuevos emperadores

Verán cómo estos neoimperios no tardarán en combatir en el Ártico por controlar una ruta marítima que se hará imprescindible y barata cuando el calentamiento global funda los hielos polares

Martes, 18 de marzo 2025, 01:00

Al pobre Zelenski le quedan dos telediarios. Es la pieza a comer en la partida de ajedrez que están planteando los nuevos emperadores de USA, ... Rusia o China. Ahí Putin, asesino de gentes, trata de recomponer y reactivar el viejo imperio de los zares. Por eso reclama la posesión del sudoeste de la Ucrania que siempre fue socia de la URSS. Tan poderosa es hoy Rusia que muchos ucranios de la zona ocupada se proclaman rusos y apoyan la ocupación. Que eso es un poco como si los gibraltareños, británicos o españoles, anduvieran por ahí gritando a lo voxero lo de «¡Gibraltar español!». ¿Recuerdan la guerra de Las Malvinas? También parecían islas argentinas; pero no. Y es que el ansia de crear imperios a costa de otros menos poderosos es un tic que viene de muy antiguo, pues aunque el hombre es primate territorial, guarda en la zona profunda del cerebro a un okupa invasor con genes romanos, mongoles, árabes o cristianos de cruzada. El imperialismo es una pasión contagiosa que impulsa a crear imperios, vean el francés, el inglés de la Commonwealth o el castellano en América. Y hablando del castellano, recuerden que cuando España luchaba contra la ocupación mora, lo hacía dividida en reinos independientes unos de otros. Les sonarán los reinos de Asturias, Castilla, Navarra, Aragón, León, Galicia, Portugal o Valencia. Cada uno buscaba su expansión imperial, luchando, y ligando o desligando lazos políticos, económicos y sociales. Hasta que los Reyes Católicos, aragonés Fernando, castellana Isabel, lograron la unificación, con la excepción de Portugal y del Reino de Granada, este último una pieza a abatir similar a la que hoy es la Ucrania zelenskiana. Aquel episodio encierra muchas claves para entender hoy la pelea de Putin contra Zelenski. Lo malo es que el imperialismo es contagioso, y ahí tienes a un descerebrado yanqui que ante un mapa del mundo señala con el dedito hitleriano las zonas a convertir en patrimonio nacional, 'make América great again', Groenlandia, Panamá, y si es posible, Canadá. Verán cómo estos neoimperios no tardarán en combatir en el Ártico por controlar una ruta marítima que se hará imprescindible y barata cuando el calentamiento global funda los hielos polares. La tentación imperialista es tan poderosa que incluso don Francisco Franco tenía como lema un «¡Por el imperios hacia dios!», propósito que coincidía con el de aquellos cruzados que cabalgaban a liberar Tierra Santa con un lema que rezaba «Deus Vult», «dios lo quiere». ¿Apagamos y nos vamos?

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