Morbo gótico

Incluso si repasamos el inofensivo ámbito religioso de pasadas épocas, tampoco se andaban con chiquitas en el virtuoso entorno del Vaticano. 'Homo sum' y la tiara es muy golosa. La historia contabiliza el asesinato de más de 20 papas. Y cuentan que el papa valenciano Rodrigo Borgia daba matarile a sus enemigos con unos polvos venenosos que sacaba del anillo pontifical, hueco y relleno de 'cantarella', una especie de arsénico que vertía en la bebida del prójimo a exterminar. Algo que recuerda al modo en que los violadores de discoteca echan pastillas neutralizantes en el cubata de la chica destinada a sufrir abusos.

El atentado es y fue una habitual artimaña política para quitar estorbos de en medio, aunque el matador de Trump pertenece al modelo de tontaina acomplejado que dispara para adquirir notoriedad y dar un uso a las armas. En España hace tiempo que no asistimos a movidas parecidas. Pero hubo otras fechas en que los reales Alfonsos XII y XIII sufrían atentados de manera habitual. Parecidos al que cometió el cura Merino, el fanático sacerdote que hincó cuchillo en la barriga de la reina Isabel II, que se libró del averno gracias a las ballenas del corsé. En aquellas épocas turbulentas, finales de siglo y transición, fueron ultimados varios presidentes de gobierno, Cánovas, Canalejas y Dato. Y a lo mejor alguno recuerda el fallido atentado de ETA contra Aznar, o el exitoso que la misma banda terrorista dirigió contra el almirante Carrero Blanco, sucesor y heredero de Franco, cuya desaparición política determinó muchas de las líneas políticas que aun están vigentes en la actualidad.