Quienes alguna vez hayan oído el bramido del mar, entenderán bien que existe la posibilidad, espero que remota, de que el mundo terrenal desaparezca bajo las aguas a consecuencia de este cambio climático que deshiela los polos y aviva el oleaje marítimo. Ya varias islas ... del Pacífico han sido abatidas por mareas vivas, y países de ahí, casi desconocidos aquí, como son Vanuatu, Nauru o Tonga, andan hoy con el agua al cuello. Pero ese no es un fenómeno exclusivo de ese océano poco pacífico. La tierra emergida no crece, salvo en zonas volcánicas, y generalmente se hunde, como hace la ciudad de Méjico, que decrece varios centímetros por año por estar asentada sobre un lago desecado, el Texcoco, y sufrir un subsuelo esponjoso y muelle causado por el drenaje abusivo de sus acuíferos subterráneos. El mar sí crece, y se calcula que pronto más de mil islas desaparecerán barridas por marejadas bravas. Mira Indonesia, que ya anda bajo las aguas, o Bangladesh, que se inunda y ahoga cada vez que el rio Brahmaputra se alía con el Ganges, imita al Ebro y se desborda por el delta.
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El mejor referente para adivinar cuándo va a llegar el súmmum, el finiquito y el no va más puede ser la ciudad de Malé, capital de la República de Maldivas, minipaís situado al sudoeste de India, diseminado por los montículos volcánicos de un atolón. Vive del turismo y de la pesca, y su capital, Malé, se alza sobre un escollo superpoblado y urbanizado al límite. Vista desde al aire, esa ciudad semeja una aglomeración caótica de chabolas. Lo malo es que su altura media sobre el nivel del mar es de solo dos metros y medio. Para hacerse una idea clara, pinchen en el internet 'Isla de Migingo' y verán en el keniata Lago Victoria, otro hermoso y paradisíaco islote muy similar al efímero Malé. Si en la última oleada de la semana pasada en Gijón los cachones alcanzaron alturas de seis metros, calculen cuando el monzón se ponga a danzar alrededor de ese otro minúsculo e indefenso arrecife.
Es posible que Malé se integre pronto en la lista de ciudades sumergidas, la egipcia Alejandría, la Baia del Golfo de Nápoles, el Port Royal en Jamaica, o la china Shi Cheng, sumergida al fondo de una presa. No va a ser fácil que el diminuto Malé pare los golpes de un mar crecido con el agua fundida que le insuflan polos y glaciares. Es posible que su final coincida con un desembarco de muiles en la calle Corrida de Gijón, ciudad que se halla en primera línea de una playa sin arena. Como también es probable que de repente la Tierra, que tiene un carácter muy Putin, se disponga a atizarnos maremotos de no te menees. Y entonces… adiós.
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