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El hombre proviene de la especie de cuadrumanos que trepaban a los árboles. Por eso y porque aún conserva corazón y cerebro con las maneras del australopiteco que le precedió, a la hora de argumentar prefiere mordisco y puñetazo, al abrazo y al 'choca esos ... cinco'. Observen a Putin, buen ejemplo para el caso. A pesar de conocer la historia reciente, ese ruso usurpador ha amenazado a la OTAN con usar armas nucleares si los 'otanos' osan meter el hocico en el conflicto que mantiene con Ucrania. La advertencia putinesca pone en peligro a muchos mortales de su entorno, pues incluye el uso de armas nucleares tácticas, no estratégicas, armas menores que dejarían a Ucrania plagadita de Chernobiles para los restos. Eso si los proyectiles no yerran el tiro y caen de rebote en zonas OTAN para 'hirosimar' y 'nagasakiar' a sus moradores.
La conducta agresiva de Putin es muy explicable desde el punto de vista histórico, si tenemos en cuenta que dentro del alma de cada gobernante poderoso, e incluso de cada mindundi de tres al cuarto, anidan un Hitler, un Gengis Kan o un Napoleón, arquetipos de quienes enseñan garras y caninos en cuanto sospechan que se les está provocando. Para demostrarlo con una parábola, reparen en los forofos del fútbol. ¿No habíamos quedado en que lo de la pelotita era un juego divertido? Pues ahora los hinchas se comportan como soldados de una cruzada cuasi religiosa, visten uniformes de combate, se matan a palos en las refriegas que preceden a los encuentros y siguen la bronca en y tras el derbi. Si alguno de esos primates dispusiera de bombas, no dejaría vivo a nadie de un equipo contrario. Que, de hecho, hace poco, un ultra burgalés mató de un puñetazo a uno de Valladolid que pasaba por allí. Lo malo es que la cosa nunca se limita a estos sucesos menores de la cruda cotidianeidad. Lo malo es que en estos precisos momentos, gente que vive en democracia, participa en votaciones y elige a los nuevos machos-guía o hembras-guía que liderarán la manada, está sacando de las urnas a los Milei, a los Trump y a los similares al Putin. ¿Cuántos Hitleres andarán ahora triscando por las listas electorales esperando su momento? Más ahora que ni siquiera se necesita una costosa bomba atómica, pues basta con que un biólogo diabólico manipule en el laboratorio alguna bacteria o virus hermanos del covid, y los esparza por ahí para producir pandemias contagiosas, modelo peste negra, de esas que diezmarían a nuestra desprotegida humanidad. Y eso sin hacer molestos ruiditos de bombas.
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