En el medievo, los cruzados europeos que acudían a liberar Tierra Santa como monjes soldado llevaban por lema el 'Deus vult, que en el esperanto latino de entonces significa Dios lo quiere. Era una argucia religiosa, un pretexto para ampliar el imperio porque sí, alcanzar ... de paso el cielo y degollar mahometanos sin problemas de conciencia. Y es que los dioses son muy guerreros, sin mencionar en este caso al Marte de la mitología romana. Por eso, un ciudadano agresivo que carezca de ideas, pero que sea un creyente con mala leche, elegirá la religión como ideología política, ya que a partir de eso toda tropelía le estará permitida y, a menudo obligada, con tal de que obre a mayor honra y prez del dios de turno. Recuerden que el episcopado español declaró santa cruzada el golpe de estado propinado por, 'deus vult', el general Franco. ¿Y qué decir de aquellos aguerridos Guerrilleros de Cristo Rey de M. Covisa? Por eso las guerras de religión son imparables por paranoicas, porque como aseguraba el jeque Yassin, cofundador de Hamás, «cuando un mártir se inmola, se siente tan feliz como en la noche de bodas». ¡Toma ya! Y hace poco, en Bruselas, tras el asesinato de unos suecos, su ejecutor, el lobo solitario tunecino Abdesalem Lassoued, afirmó que «gracias a dios, vivimos y morimos por nuestra religión», o sea, 'Allahu Akbar' y que me quiten lo bailado. Con lo que es fácil concluir que lo de Israel y Gaza no tendrá solución, salvo la de seguir a misilazo limpio y al asesinato recíproco 'ad maiorem dei gloriam'.
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Ambos pueblos arrastran odios mutuos desde muy lejos. En la Biblia, en el libro I de Samuel, cap. 18, Saúl, rey de Israel, 1.000 a.C., ofrece a su hija Micol a su soldado David, que luego le sucedió en el trono, con la previa condición de que le traiga cien prepucios de otros cien filisteos incircuncisos y muertos. Y David se los trajo. Filisteos, ¿o son palestinos?, e israelíes llevan arreándose estopa desde siempre, bajo la mirada del Yavé todopoderoso o de Alá, que hoy aquellos filisteos desprepuciados se han convertido al islamismo, y gozan del amparo de un dios belicoso que disfruta con las matanzas. En el capítulo II del Corán, en el versículo 186 y ss. de la 'Sura de la Vaca', dice Mahoma: «Matadlos en todas partes, allí donde les encontréis», «combatidles hasta que no haya más sedición y la religión de Alá sea la única». La religión es, pues, un ideario político muy sugestivo para amigos y enemigos, y su beligerante doctrina iguala los evangelios de tantos dioses guerreros que aún nos ofuscan, nos guían y nos pastorean.
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