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Hace unos días, por remedar una malévola tradición, el general boliviano Zúñiga organizó un golpe de estado para derrocar al presidente Arce y sentarse en el sillón presidencial. Fue muy torpe y le arrestaron por incumplir los requisitos que exige el correcto golpismo boliviano. En ... ese endiablado país, y ya en 1936, los coroneles Toro y Busch depusieron al presidente Tejada. En el 64, los militares René Barrientos y Ovando Candía abrieron una etapa de 20 años de cruel gobierno, tras desvalijar de su bastón presidencial a Víctor Paz Estenssoro. En el 69, el comandante Ovando Candía repitió golpe contra Adolfo Siles Salinas. En el 70 fue el general Juan José Torres quien se aupó a la presidencia mediante una asonada que duró poco, pues el general Hugo Banzer le golpeó para montar una dictadura que, apoyada por Estados Unidos mediante el funesto Plan Cóndor, procuró años de represión sistemática. En el 79, el criminal coronel Alberto Natusch derrocó al presidente Walter Guevara Arze, e inauguró el período más sangriento de la historia de Bolivia. La posterior renuncia y fuga de Natusch dio pie a que el parlamento eligiera como presidenta a Lidia Gueiler Tejada. La cual, recuerden que hablamos de Bolivia, fue depuesta en julio del 80 por el general de división Luis García Meza Tejada, un narco ladrón que se dedicó a saquear y a asesinar a prójimos para controlar su territorio narco-mercantil. Un corrupto Meza que murió al poco, tras pasar por varias cárceles, entre ellas la de Chonchocoro.
La democracia en Latinoamérica parece una burla macabra. La historia de Bolivia es un chiste trágico, comparable al que sufren los países del área, recuerden el Chile de Pinochet, o la Argentina de Videla. Allí repiten la historia como si estuvieran sujetos a una maldición antidemocrática que les obliga a aupar y sostener a unos Milei, o a Chikilicuatres similares, que solo acarrean injusticia, dolor y sangre. Es como si en esa preciosa y variada geografía la conciencia racional de sus habitantes y votantes funcionara a medio gas. Como si estuviera cegada, obstruida o distraída por fantasías de una dimensión inalcanzable, imposible de explicar, intoxicada por esa rara droga del realismo mágico que tan bien describen en sus novelas los Juan Rulfo o los García Márquez.
Tal parece que por allí la vida no vale nada. Y que conste que todos los datos anteriores referidos al golpismo boliviano son tan ciertos como un evangelio laico. Aunque parezcan mentira. Aunque suenen a trágica comedia.
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