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Aparecen en Gaza fosas repletas de cadáveres de niños, mujeres o ancianos, y no queda otra que enmudecer. Silencio, porque ni rezar sirve para nada. Además, ¿a quién vas a rezar si la guerra entre ambos bandos está instigada por dioses sedientos de sangre? Por ... su culpa, en esa zona de Oriente Próximo nunca concluirán unos conflictos que casi provienen del paleolítico. Si se hojea la Biblia, se comprueba que el pueblo judío no ha dejado nunca de combatir para preservar su patrimonio, la tierra que mana leche y miel. Tierra cuyo título de propiedad se lo otorgó Yavé, Jehová, su dios. Ese país siempre ha padecido 'okupas' al acecho, pueblos que también poseían títulos legales de propiedad, expedidos por dioses ajenos, acreditativos de que tal área les pertenecía. Y en esas estamos, que los dioses, por el mero hecho de haber creado al hombre, se consideran obligados a intervenir en las disputas territoriales, y donde hay patrón, no manda marinero.
En el ring de esa eterna trifulca lidian dos divinidades principales, Yavé y Alá, deidades únicas, crueles y belicosas. Cito aquí el elocuente consejo bíblico de Yavé en Deuteronomio, 20, referido a una ciudad rival: «Y si en vez de paz quiere la guerra, la sitiarás, y cuando Yavé tu dios la ponga en tus manos, pasarás a todos los varones al filo de la espada». Y al poco prosigue: «…Y en las ciudades que Yavé tu dios te da por heredad no dejarás con vida a nada de cuanto respira, y darás el anatema (el matarile) a amorreos, cananeos fereceos, jeveos y jebuseos…». Un Yavé que no tolera disensiones, pues de vez en cuando maldice y castiga a los propios si desobedecen.
Y si no castiga él (Él), lo hace el otro dios, Alá, que en la Sura 2, 187, del Corán, recomienda: «Matadles donde deis con ellos y expulsadles de donde os hayan expulsado». Un Alá que más adelante, en la Sura 4, 59, se torna compasivo a su manera: «… Y a quienes no crean en nuestros signos, los quemaremos en el fuego, y cada vez que su piel se haya consumido, les daremos otra para que vuelvan a sentir el suplicio, pues en verdad Alá es poderoso, Alá es sabio».
¡Toma ya! Los libros sagrados registran continuas incitaciones para que los fieles mueran matando infieles, a sabiendas de que ningún buen creyente desobedecerá el mandato divino. Por eso hoy no hay nada que hacer ahí, ya que el buen forofo se comporta a lo bestia. Observa cómo se transforma en cuanto viste la camiseta de su equipo un cretino de fe viva y practicante de alguna religión laica y menor, como nacionalismo, machismo, racismo... O fútbol.
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