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En la canción 'América, América' afirma Nino Bravo que «cuando dios hizo el Edén, pensó en América». Se ve que ese cantautor no previó la porquería en la que se ha convertido esta chapuza de mundo y de edenes, obra del omnipotente. Al presente, el ... edénico jardín americano, «en donde el aire es puro aún, donde el fuego se hace amor y el río es hablador», no es Edén, sino infierno, un zoo controlado por monstruos de Atapuerca como el Trump de USA, o el Bolsonaro brasileño. Si comparáramos la América actual con el África del hambre y la miseria, habría empate. Basta con mirar a México. Ese país ya no es un Estado, más bien parece un territorio de caza con sus 35.700 asesinatos anuales, sus 85 homicidios diarios y más de 100.000 desaparecidos al año, cifras que superan las peores de cualquier país civilizado. ¿Se puede vivir ahí y así? Hace poco, en Poza Rica, Veracruz, encontraron decenas de cadáveres troceados y conservados en neveras, o como dicen allí, en hieleras. ¿Habrá quien esté haciendo negocio con la carne de las víctimas? Pónganse en lo peor. Piensen que Javier Milei, el actual y nuevo campeón de la ultraderecha argentina, plantea la venta de órganos humanos como un mercado libre más del montón. Para verificar que todo es posible en el infernal Edén de Nino, basta ir hacia el sur, a Honduras por ejemplo, o a El Salvador, países con las tasas de homicidio más altas del mundo. Territorios de 'maras', bandas criminales, como la Salvatrucha o Los Zetas, especializadas en vivir por cuenta del narcotráfico, secuestro, asesinatos por encargo, contrabando, robo y, en fin, de todo aquello que ya algunos cretinos, como los Trinitarios, pretenden exportar a España, que en ello andan. Y ni te cuento lo de Haití, ¿país? batido por 98 bandas territoriales, entre las que destaca la G9, la cuadrilla del expolicía corrupto Jimmy 'Barbecue' Cherizier, que está a punto de dar un golpe de estado para tomar por la fuerza el control de ese Edén en el que los niños matan el hambre con 'bonbon té', galletas baratas, hechas de sal, mantequilla y barro. Y ahora, para demostrar que es fácil que salgan ultraimbéciles de las urnas debido a la abstención imbécil, o a la inhibición de algunos votantes, los argentinos del Edén sureño han decidido ir más allá, rizar el rizo, liarla parda, pisar las rayas rojas de la sinrazón y desafiar al fabricante de paraísos. Para conseguir lo cual, están subiendo a los altares a ese tal Javier Milei, el mejor de los peores. Verás tú...
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