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La duda se despejará pasado mañana, 5 de noviembre. Las encuestas reflejan una gran incertidumbre y para proclamarse vencedor hacen falta 270 escaños. Tradicionalmente, los estados del interior han votado republicano y los de la costa Oeste y la parte Noreste han votado demócrata. En ... este momento, parece haber siete estados que tendrán la llave de la White House, (Casa Blanca), que son los siguientes:
Por un lado, el llamado Rust Belt (Cinturón del Óxido), que agrupa a estados norteños que fueron una potencia industrial y hoy son decadentes, como Michigan con 15 representantes, Pensilvania con 19 y Wisconsin con 10. Por otro, el llamado Sun Belt (Cinturón del Sol), bautizados como 'swing states', o estados bisagra, que han oscilado tradicionalmente y que han puesto y quitado presidentes, como son Arizona (11), Carolina del Norte (16), Georgia (16) y Nevada (6). Pase lo que pase, gane el candidato republicano Trump o gane la candidata demócrata Harris, las consecuencias afectarán al planeta, especialmente a Occidente y, sobre todo, a la timorata y acomplejada Europa.
El sistema electoral norteamericano hace que en cada estado el vencedor lleve todos los representantes, en un mecanismo conocido como 'The winner takes it all' (el ganador se lo lleva todo), tal y como decía la mítica canción del grupo sueco Abba, cantada por la deslumbrante Agnetha. Sólo hay leves excepciones a tal norma, como son los estados de Nebraska y Maine, en los cuales el reparto es proporcional a raíz de la excepcional situación de 1992, cuando concurrieron a nivel nacional tres candidatos en lugar de dos (Bill Clinton, George Bush padre y Ross Perot), lo cual hizo que el vencedor no alcanzase el 50%, y eso inclinó a ambos estados a preferir el reparto proporcional. Incluso en Nebraska, la ciudad de Omaha, cuna del magnate financiero Warren Buffet, tiene un representante propio. Pero la hegemónica norma del 'the winner takes it all' hace que se pueda dar la paradoja, muy cuestionable democráticamente, de que el vencedor en escaños sea perdedor en votos, cosa que ya ha sucedido varias veces.
Alan Blinder (N. York 1945), vinculado al MIT y con una brillante trayectoria en el campo de las finanzas, y Mark Watson (1952), vinculado a la Universidad de Princeton, sostienen, según la teoría que lleva sus nombres (Blinder&Watson), que el votante no tiene una gran influencia ideológica y que vota según las expectativas económicas existentes en cada momento. Según Blinder&Watson, cuando el pronóstico es de bonanza económica el votante prefiere a los republicanos, porque se siente capaz de navegar por sí mismo con éxito económico. Y cuando el futuro es negro elige a los demócratas, porque prefiere tener el paraguas protector del Estado. Su teoría refleja la evidencia de que a los vendedores de paraguas les interesa que llueva, algo que es muy claro en algunos países europeos.
Si gana Trump, será la primera vez que un presidente lo vuelve a ser después de haber perdido el sillón, y si gana Harris será la primera mujer que ocupe el despacho oval. Una victoria de Trump hará, probablemente, endurecer la política arancelaria, lo cual podría generar más inflación. La victoria de Harris conllevaría una política más laxa y blanda en los controles migratorios. Ambos candidatos se enfrentan al problema de que, por primera vez, los intereses de la deuda pública son mayores que el gasto en Defensa. En materia energética, Trump apostará por las energías tradicionales y Harris por las energías verdes, pero en el fondo las políticas económicas es posible que no sean muy distintas entre ambos.
Gane quien gane, Estados Unidos se enfrenta a dos grandes problemas. Por un lado, el déficit público y la deuda pública aumentan sin parar, y para solucionar eso sólo hay dos caminos. El primero es reducir el gasto público, cosa deseable, pero que no sucede desde el año 2004, cuando gobernó George Bush jr., y el segundo camino es subir los impuestos, cosa que no sucede desde el año 1994, cuando gobernaba Bill Clinton. Es decir, todo apunta a que el déficit y la deuda pública seguirán creciendo. El segundo problema que afronta el gigante norteamericano es que el país está fracturado social e ideológicamente como no lo ha estado nunca. Dos concepciones radicalmente distintas de la vida. Por un lado, los valores tradicionales que han hecho que el país sea el líder mundial, económico, militar y político, con el crecimiento económico por encima de la igualdad como bandera. Por otro, los valores nuevos de ecologismo, igualdad, inclusividad, tolerancia, etc. y con el reparto económico por encima del crecimiento. Dos ideas de la vida que no se parecen en nada.
Con Kamala Harris o con Donald Trump, Estados Unidos ya da claramente muestras de decadencia como líder o faro mundial, pero está muy por encima de Europa y abismalmente por encima de países como España por varias razones, como son el fuerte sentimiento identitario nacional, la ausencia casi total de independentismo (excepto grupos minoritarios en Texas y algún estado sureño), la indiscutible hegemonía del inglés como idioma oficial y la libertad económica como bandera. O sea, todo lo que se ha perdido aquí, donde incluso ya se ha debilitado el principio de presunción de inocencia, cimiento básico de la sociedad occidental, la cual está ahora en peligro por un talibanismo integrista y moralista disfrazado, que adopta la figura de dictadura tiránica de las minorías, incompatible con una verdadera democracia. Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.
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