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Los jugadores de mus utilizan los 'órdagos' como una forma de ganar partidas cuando no se llevan cartas ganadoras. Se trata de una jugada en ... la cual el rival puede optar entre aceptar el órdago (todo o nada), creyendo que quien lo lanza 'va de farol', corriendo el riesgo de que quien lanza el órdago tenga realmente buenas cartas; o rehusarlo por temor y dejar que quien lo lanza le gane puntos, aún sabiendo que quizá no llevase cartas ganadoras, pero… podría llevarlas. Lo mismo sucede en el juego del póker y en otros juegos denominados 'de envite' y, por supuesto, en la política y en la economía. Son situaciones donde el factor psicológico juega un papel determinante.
El presidente norteamericano Donald Trump ha cumplido su promesa y ha anunciado la imposición de aranceles al mundo entero. O sea, algo así como 'Estados Unidos contra el mundo', en una especie de órdago al resto de jugadores que hay en la mesa, que son todos los demás países. La pregunta es si Trump va de farol o no.
Dicen que a lo largo de su vida como empresario, Trump acostumbró a 'jugar fuerte', adoptando posiciones muy agresivas en las negociaciones, pero casi siempre consiguió llegar a acuerdos sin que se desatase la guerra total y puede que esta vez estemos ante el mismo escenario… o tal vez no. De momento, su anuncio de que impondrá un arancel mundial con un mínimo del 10% a todo producto que entre en Estados Unidos ha causado perplejidad. Dicho arancel sube al 20% en el caso de Europa. En el caso de China los aranceles suben al 34% y para algunos países considerados abiertamente enemigos serán del 50%. También se imponen aranceles específicos a determinados sectores (automóviles, acero, etc.).
La reacción de los mercados bursátiles no se ha hecho esperar y las medidas han sido recibidas con caídas, aunque desde que Trump tomó posesión del cargo, muchos índices bursátiles (especialmente los norteamericanos) ya habían iniciado sus retrocesos, anticipando lo que se avecinaba. Pimco, gestora número del mundo en 'Renta Fija' vaticina que las medidas arancelarias proteccionistas restarán 1,5% al PIB mundial, lo cual se traducirá en millones de empleos que se destruirán o que se dejarán de crear.
Las medidas arancelarias proteccionistas, en general, nunca han sido buenas para la economía, tal y como siempre ha defendido la teoría económica clásica, (David Ricardo, etc.). Es obvio que lo ideal es que una partida se celebre sin muchas restricciones y que la gane aquel que juegue mejor sus cartas, pero es difícil ganar una partida cuando hay jugadores que hacen trampa sistemáticamente, lo cual está sucediendo desde hace décadas con los países asiáticos, con China a la cabeza. Es imposible competir de igual a igual con alguien que se salta las reglas una y otra vez.
Como todo en la vida, «nada es verdad ni es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira…» y es evidente que en Detroit, zona devastada industrialmente, hubieran estado encantados si las políticas proteccionistas de Trump se hubiesen implantado hace décadas porque eso habría frenado el enorme deterioro económico que padecieron, pero en general las medidas arancelarias proteccionistas restan crecimiento económico. Y la pregunta es: ¿Qué puede hacer Occidente para defenderse de políticas económicas como las que aplica China desde hace mucho tiempo? Realmente, sólo caben dos posturas. La primera es defenderse con medidas arancelarias como las que adopta Trump o, al menos, amenazar con ellas, y la segunda es permanecer pasivos como hace Europa, sufriendo un deterioro continuo e inexorable hasta llegar a no ser literalmente nada. Si ustedes hacen un repaso de todo aquello que consumen y compran en su vida diaria, verán que cada vez hay menos productos hechos en España, lo cual debería hacernos reflexionar.
Lo que funciona en una economía está muy claro y lo que no funciona también. Lo que funciona es la libertad económica para generar riqueza, la meritocracia y el esfuerzo, con medidas que atenúen las desigualdades que puedan sufrir los más desfavorecidos (no aquellos que no hacen nada por trabajar…que no es lo mismo) y un vivo ejemplo de ello es Polonia y el siguiente será Argentina, donde ya comienza a haber resultados espectaculares de creación de empleo y de disminución de pobreza, con las medidas liberalizadoras del denostado Milei, ese al que tienen tanta tirria los que defienden tener al pájaro encerrado en la jaula para que reciba agradecido cada día su ración de alpiste, cuando lo natural es dejarle volar y que coma por sí mismo.
Volviendo a Polonia, es un país castigado a lo largo de la historia por mil conflictos bélicos, devastado por rusos y por nazis, entre otros, y que vivió durante décadas en el llamado 'Telón de Acero', aquel 'paraíso' del que la gente intentaba escapar como fuese y que, increíblemente, sigue siendo el modelo defendido por algunos, todavía, hoy en día. Cuando cayó el Muro de Berlín y se derrumbó toda aquella falacia, el economista polaco Lescek Balcerowicz tomó las riendas y guió la transición polaca desde una economía planificada central a una economía casi de libre mercado. Las medidas, muy parecidas a las que ahora Milei adoptó en Argentina, causaron dolor al principio, pero tuvieron un efecto extraordinario a largo plazo. Con el tiempo, el país entró en la UE y comenzó a ser un foco de atracción de inversiones económicas y hoy es una economía dinámica que ocupa las portadas de la prensa económica y financiera mundial porque para el 2026 se espera que Polonia adelante a Japón en 'PIB per-cápita en poder adquisitivo', el cual es un índice que mide el PIB per cápita, pero corregido según el poder adquisitivo de cada país. Hace tres décadas pensar que un polaco viviese mejor que un japonés era ciencia ficción y hoy es una realidad.
Sería altamente deseable que el órdago arancelario de Trump sirviese como posición de fuerza para negociar y que no se mantenga en el tiempo porque dañaría profundamente la economía mundial, pero permanecer pasivos como hace Europa es ridículo. No se puede ser el campeón de las medidas solidarias, de las políticas protectoras de los derechos del trabajador y del ecologismo y, a la vez, consumir productos masivamente que proceden de países que justamente no respetan ni por asomo esas ideas que defiende Europa porque, al final, lo que sucede es que la industria europea no puede competir con la asiática y acabamos en la nada.
Si se anuncia un maremoto sentarse en la playa, como hace Europa, para intentar detener el agua con cubos de material reciclado (y con agujeros en el cubo, no vaya a ser que el cubo sufra) no creo que sea la solución. Sorber y soplar a la vez nunca fue posible y ahora tampoco.
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