La motosierra de Milei-Caputo

Lo más probable es que se acerquen tiempos duros para Argentina y que se enfrente a un ajuste de caballo, cosa que este dúo no oculta. Pero quien quiere dejar la droga tiene que afrontar un periodo durísimo de desintoxicación

Sábado, 16 de diciembre 2023, 22:44

Ultraliberal, anarcocapitalista, extremista de derecha, libertario, fascista, y mil calificativos más, casi todos ellos opuestos entre sí como prueba de la profunda ignorancia dogmática de quienes se los adjudican. Son los vocablos utilizados para descalificar a Javier Milei, nuevo presidente de ese país hermano que ... fue tan grande y está tan maltrecho, llamado Argentina. No obstante, no olvidemos que Milei es presidente por votación democrática de un pueblo que está hastiado, arruinado y desesperado, después de décadas de una gestión económica desastrosa, acumulando gigantescos déficits que han llevado al país una y otra vez a la bancarrota. Nadie puede asegurar que las recetas de Milei vayan a funcionar, lo que sí es seguro es que las que se aplicaron durante más de medio siglo han sido un absoluto fracaso.

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Argentina es el país hispanohablante más extenso del planeta, quintuplicando la superficie de España y contando con una población similar a la nuestra. Su gran capital, Buenos Aires, fue considerada la París sudamericana, ciudad de prosperidad y lujo, emblema de una tierra que acogía a los que llegaban deseosos de probar fortuna lejos de sus orígenes. Pero desde la mitad del siglo pasado la historia de Argentina es la de una continua decadencia acelerada, con pequeños paréntesis de espejismos, como falsos oasis que escondían el duro desierto. Y todo ello aderezado de un movimiento social y político llamado peronismo, que con sus mil caras y facciones opuestas invadió la política nacional durante décadas. Durante todo ese declive se sucedieron años y años con unos déficits galopantes, llevando al país a un endeudamiento inabordable. Hubo 'defaults' o bancarrotas públicas, 'corralitos', devaluaciones y todo tipo de sangrías para la población, sin afrontar nunca la verdadera raíz de fondo del problema, que siempre fue contar con gobiernos corruptos e ineficientes, un gigantesco aparato público burocrático, un sindicalismo elitista, que protegía a los trabajadores públicos mejor pagados y se olvidaba de los humildes, y un populismo estafador, del que ahora se acusa a Milei. Cuando el populismo real (el que consiste en no decirle la verdad a la gente y ocultarle que no se puede gastar más de lo que se ingresa) fue el que destrozó a un país cuyo nombre procede de la palabra latina 'argentum' (plata). Pero la plata se la llevaron otros.

Milei, como gran comunicador que es, ha sabido utilizar el símbolo de la motosierra para escenificar la necesidad imperiosa y urgente de podar y cortar todo lo innecesario, y ha lanzado un claro aviso a navegantes de que se acabó el vivir del cuento y que las reglas de juego van a ser otras. Aunque hay que tener en cuenta que para llevar a cabo sus políticas iconoclastas no cuenta con una mayoría parlamentaria suficiente, lo que le llevará a tener que negociar y flexibilizar parte de sus pretensiones. El problema es que las políticas que tendrá que llevar a cabo para librar al país de una hiperinflación salvaje pueden provocar, precisamente, más inflación a corto plazo y es posible que el paciente no resista semejante sangría. Pero la opción continuista era sencillamente una agonía lenta, pero segura.

A través de Luis Caputo, su flamante ministro de Economía, el nuevo Gobierno expuso un paquete de medidas entre las que destacan las siguientes:

1. No renovar contratos estatales firmados en el último año, ya que el Gobierno anterior esprintó firmando contratos por doquier antes de perder el poder.

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2. Suprimir el gasto en publicidad del Gobierno durante un año.

3. Reducir en un 50% los ministerios y secretarías y en un 34% (se quedó corto) los cargos de asesores políticos, así como recortar el número de funcionarios.

4. Fin temporal de la licitación pública, ya que era un foco de ingente corrupción.

5. Eliminar subvenciones y subsidios. «Gratis no hay nada, se paga con deuda e inflación».

6. Dar ayudas económicas directas a los pobres para evitar un colapso social.

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7. Devaluación del peso. A los que ahora ponen el grito en el cielo ante esta medida, recuerdo que cuando yo estuve en Argentina en 2010 un euro se cambiaba por siete pesos y ahora por 400.

8. Liberalizar la economía, ahogada de intervencionismo y permisos discrecionales.

Para los que creen que la solución ante un gasto desbocado consiste en no pagar las deudas o en reestructurar las mismas, el ministro de Economía Luis Caputo les recordó que «si esa fuese la solución y teniendo en cuenta que Argentina ha reestructurado (quitas, aplazamientos, etc.) nueve veces su deuda, ya estaríamos viviendo mejor que Suiza y no es el caso».

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De Milei, más allá de sus excentricidades muy discutibles, me quedo con su frase «¡Viva la libertad carajo¡», algo la libertad, a la que muchos 'protectores' del pueblo temen. ¿Por qué será? La otra frase típica argentina con la que me quedo es la famosa «Ché, qué bueno que viniste». Nadie sabe lo que sucederá en el futuro, pero el soplo de libertad y viento fresco que ha supuesto Milei es algo muy necesario en una sociedad occidental, y en especial la española, anquilosada y arteroesclerótica, con una clase política que quiere tener a la población sumisa metida en una jaula para darle el alimento, cuando el pájaro lo que necesita es volar y comer por sí mismo.

La diferencia entre esos dos países hermanos que son España y Argentina es que aquí tenemos la inmensa ventaja de contar con el paraguas protector del euro y de la UE, que impidió cometer aún más desmanes. Si no, estaríamos igual que ellos.

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Lo más probable es que se acerquen tiempos duros para Argentina y que se enfrente a un ajuste de caballo, cosa que el dúo Milei-Caputo no oculta. Pero quien quiere dejar la droga tiene que afrontar un periodo durísimo de desintoxicación, si es que realmente quiere dejar la adicción. En este caso, es la adicción al gasto público y al intervencionismo. Sobran jaulas, sobra deuda y faltan pájaros en libertad. Aprender a volar y a buscar el alimento no es fácil cuando siempre se ha vivido en una jaula. Pero la alternativa es malvivir sumiso en la jaula y morir en ella. ¿Usted qué prefiere?

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