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El clima social y económico, profundamente antibélico, que se respiraba en la Europa que renacía de sus cenizas y removía sus escombros después de la destrucción brutal de la Segunda Guerra Mundial, dio lugar a una época dorada de prosperidad en cuanto a crecimiento económico ... y aportó dosis notables de tolerancia con las ideas más diversas. Todo ello desembocó en la implantación del modelo llamado Estado del Bienestar, que tuvo como abanderados a los países nórdicos. Es decir, un modelo de gobierno de economía mixta, en el cual se pensaba que se podría conjugar la libertad económica con la protección de los derechos sociales más elementales.
Eran a finales de los sesenta y principios de los setenta, los años de la generación 'beat', los años del pacifismo y de las bellas utopías. En aquellos momentos la juventud se dividía entre los partidarios de los Beatles y los de los Rolling, porque siempre hubo en la vida una idea y su contraria. El frío existe porque existe el calor y viceversa (excepto ahora, que el talibanismo que hay en algunos países occidentales amenaza con imponernos el pensamiento único, bajo la hipócrita bandera de una falsa tolerancia). En cualquier caso, tanto entre 'los buenos', idea que representaban los Beatles (Paul McCartney, Ringo Starr, John Lennon y George Harrison), como entre 'los malos', idea representada por Los Rolling, con el incombustible Mick Jagger a la cabeza, el mundo occidental creía en esa utopía del Estado del Bienestar. Para los amantes del fútbol, hay que recordar la figura icónica de George Best, el genial extremo izquierdo norirlandés del Manchester United de los años sesenta, considerado por muchos como 'el quinto Beatle'. Best, un jugador absolutamente genial y desequilibrante, moriría a una edad temprana, después de una vida plagada de excesos, pero dejando tras de sí una estela imborrable. Para la historia queda su mítica frase de «gasté mucho dinero en alcohol, juego y mujeres. El resto lo malgasté».
En aquellos años, la Guerra Fría existente entre los bloques americano y soviético se decantó, de modo apabullante, a favor del lado occidental y la idea del 'sueño americano' se extendió por todo el planeta. La Coca-Cola y la idea de libertad ganaron la batalla a la vida fría y gris que había más allá del Telón de Acero. El remate final fue ver a Gorbachov anunciando hamburguesas. En ese entorno, la conjunción de un alto crecimiento económico y la existencia de un Estado garante de los derechos básicos del individuo (vivienda, sanidad, educación...), produjo, durante unos años, el espejismo de creer que dicho modelo del Estado del Bienestar era sostenible en el tiempo.
La idea del Estado del Bienestar fue viable mientras en el mundo occidental existía una natalidad razonable y la población era joven. También influyó la riada de dinero con la que Estados Unidos inundó Europa a través del Plan Marshall, plasmada en el cine español en la icónica película 'Bienvenido Mr. Marshall', del año 1953, dirigida por Berlanga con el actor Pepe Isbert. En ese entorno, los cotizantes eran muchos y los jubilados pocos. Es decir, había más entradas de dinero que salidas, pero la situación fue cambiando. El mundo occidental se fue haciendo acomodaticio, la natalidad descendió drásticamente, la familia desapareció como burbuja protectora y estabilizadora del individuo y la proporción entre perceptores (pensionistas) y aportantes (cotizantes) fue dando la vuelta de forma alarmante. A eso hay que añadir, que muchos gobiernos, por razones de clientelismo electoral, inundaron sus países de funcionarios burócratas innecesarios y que son un lastre para el desarrollo económico y una carga lacerante imposible de sostener. Por si eso fuera poco, el sistema educativo se deterioró y se fue extendiendo la idea de que sólo se tienen derechos pero no obligaciones, cuando ambos son la cara inseparable de una misma moneda. No hay un derecho sin una obligación que sirva de contrapartida, aunque a la gente le digan lo contrario. Los sucesivos gobiernos, cortoplacistas y mediocres, fueron viendo que había un terreno abonado muy útil para conseguir votos, en esa idea de que 'tengo derecho a...', y fueron repartiendo dinero público con ayudas generosas destinadas a personas que, en muchos casos, no habían hecho nada para merecerlas. Pero, ya dice el saber popular que 'cuando se gasta el dinero en lo superfluo, al final faltará para lo necesario'.
El matemático y economista alemán-israelí Robert Aumann, Premio Nobel de Economía del año 2005, compartido con Thomas Schelling, por sus brillantes aportaciones al campo de la Teoría de Juegos, de aplicación en Economía, Sociobiología, etc., es un gran especialista en gestión de conflictos y advierte de que Occidente vive una idea totalmente insostenible y que el Estado del Bienestar se derrumbará con estrépito, como en su día cayó todo el bloque de la Europa del Este. Aumann sostiene que tendemos a ver el mundo como una foto fija, cuando es una realidad cambiante. Europa es una entelequia improductiva. Pero nadie va a poner el cascabel al gato porque eso impediría ganar las siguientes elecciones.
Del pensamiento profundo del didáctico y genial Aumann, me quedo con una frase muy suya: «Para entender la paz, primero hay que entender la guerra». Pero claro, Aumann dice cosas que aquí no se pueden ni mencionar, como que «bajando impuestos se puede reactivar la economía y así recaudar más impuestos», o «hay más posibilidades de paz entre dos países muy armados que entre dos en los que hay desequilibrio armamentístico». Además, Aumann es un hombre con pensamiento propio y original. O sea, lo que se dice un ser peligroso... Al menos para el pensamiento talibán imperante.
Volviendo a aquellos tiempos de finales de los sesenta e inicio de los setenta, en el viaje del Apolo XIII hacia la luna, el astronauta Jack Swigert pronunció aquella famosa frase de «Houston, we have a problem», (Houston, tenemos un problema). Ahora, viendo la situación de Occidente, la frase sería «Houston, we are the problem», (Houston, nosotros somos el problema). Vamos hacia un modelo de Estado con muchas necesidades, pocos recursos y muy mal gestionados.
¡Bienvenidos al Estado del Malestar!
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