Decía Sun Tzu, general y pensador chino de hace casi tres milenios, que «el poder del liderazgo en el campo de batalla es definitivo para ganar la guerra». Y a mitad del siglo pasado, Drucker (Viena 1909, California 2005), toda una referencia mundial en el ... campo del liderazgo de organizaciones, extendió la idea de Sun Tzu al campo empresarial y político, afirmando que «el valor de un líder va mucho más allá de la aportación material visible que realiza».

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Nacido en el seno de una familia judía convertida al cristianismo, Drucker tuvo la suerte de crecer en un ambiente frecuentado por la élite intelectual y librepensadora de la época, como Schumpeter, Hayek y Mises. En 1933 se traslada a Londres y allí tiene la suerte de ser alumno de un icono de la economía como Keynes, de ideas opuestas a las de Hayek y Mises. Todo ello conformó un modo de pensar abierto y profundo. Durante su estancia londinense publica una obra en la cual vaticina con total acierto el devenir de la Segunda Guerra Mundial, incluyendo el holocausto judío, el pacto entre Hitler y Stalin y el derrumbe final del nazismo. En 1937, siendo muy pesimista respecto al futuro próximo de Europa, se trasladó a Estados Unidos consiguiendo puestos de relieve en la General Motors.

Atraído por el campo didáctico y divulgativo, en 1969 publica una obra icónica, 'La sociedad del conocimiento', en la cual pronostica que el futuro sería el de la «sociedad de la información y el conocimiento», todo ello apoyado en las nuevas tecnologías que Drucker, que «veía crecer la hierba», vislumbraba. En su obra 'La sociedad poscapitalista' pronostica la pérdida de importancia del capital y de la mano de obra, los dos factores que siempre habían sido claves en el desarrollo económico, y el auge imparable de la importancia de la información, la cual es el nuevo poder. El poder ahora no es de gente como Ford, sino de Gates o Zuckerberg. Paradójicamente, hay una mayoría de la población profundamente ignorante y manipulable, a la vez que la dictadura telemática oprime al ciudadano y convierte en indefensa a la mitad de la población mundial.

Pero, por encima de todo, Drucker siempre sostuvo la enorme importancia del líder en cualquier organización, el cual tiene que ser capaz de transmitir credibilidad y confianza en su capacidad para anticipar y resolver problemas o situaciones. Drucker indica que un líder vale más por ser capaz de sacar lo mejor de los demás y por insuflarles confianza que por lo que él directamente aporta. Ese 'know how' sobre las capacidades humanas de su equipo es lo que le hace valioso.

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Y hablando de la sociedad del siglo XXI, hay tres fenómenos que la han cambiado profundamente. Las redes sociales, los viajes y el deporte (el practicado y, sobre todo, el deporte como espectáculo), todo ello bajo el paraguas de internet. Y el deporte de equipo o de organización por excelencia es el fútbol. Un juego de once contra once, donde el resultado global es muy diferente a la simple suma de los once jugadores de cada equipo, debido a las sinergias y a la capacidad de liderazgo de un jugador o de un entrenador. Y, como casos dignos de recordar, se puede citar la historia de tres jugadores y/o entrenadores, apodados del mismo modo 'El Flaco', pero de muy diferente resultado.

Comenzando por Johan Cruyff (1947-2016), el cual fue un gran jugador, con un brutal cambio de ritmo, desequilibrante y talentoso, aunque analizándolo con frialdad creo que hubo gente muy superior a él en cuanto a cualidades futbolísticas. Pero su poder magnético fue inmenso y transformaba todo lo que había a su alrededor. Comenzó por el Ajax, un equipo brillante con jugadores como Haan, Rep, Neeskens, Krol, etc., pero que sin Cruyff no hubiera pasado a la historia. Aquel equipo de aspecto 'beatle', melenudos atléticos, arrasó en Europa durante años. Después Cruyff recaló en un triste Barcelona, acostumbrado a la autocompasión, que llevaba sin ganar una liga desde 1959. De aquel Barcelona guardo el recuerdo de que se proclamó campeón de Liga en Gijón en 1974, ganando por 2-4, después de haber arrasado 0-5 en el Bernabeu. Un Barcelona espléndido, con Sotil, Marcial, Rexach, Asensi, etc., pero liderado por el magnetismo total de Johan Cruyff. En la selección holandesa, la conocida como 'naranja mecánica', practicaba el llamado fútbol total y el flaco Cruyff pudo presumir de ser la primera vez que un equipo que perdió una final, la de 1974 frente a la Alemania Occidental o RFA, dejó más huella que el campeón. Posteriormente, como entrenador del Barcelona, también dejó un estilo de juego que aún perdura.

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El siguiente flaco de nuestra historia es el recientemente fallecido Menotti (1938-2024). Bonaerense, fue un buen jugador sin más, pero como entrenador tuvo el acierto de implantar un estilo de juego atractivo en el Huracán, ganando el Metropolitano del año 1973, apoyado en un gran plantel de jugadores como Brindisi, Babington, Basile, Chabay, Avallay o 'El loco Houseman'. Su verbo fácil, su hablar pausado y profundo, con una cierta ampulosidad, unido a su gran planta de dandy elegante e intelectual, le condujeron a ser el seleccionador de Argentina, pasando de una selección perdedora a ganar el Mundial de 1978, el de Videla, aunque fue un título con grandes sombras por un resultado extraño que hubo entre Argentina y Perú con victoria por 6-1, con un tufillo especial. Y en la final Menotti tuvo como rival a Holanda, ya sin Cruyff, y tuvo la suerte que todo campeón necesita, ya que antes de la prórroga, en el último minuto del partido, el holandés Resembrink disparó al poste en el Monumental del River (yo toqué ese poste en la visita turística al estadio). Aquella victoria, con un gran Kempes, encumbró a Menotti. Como entrenador del At.Madrid, dejó para la posteridad la frase en la que definía a Jesús Gil como «la brutta copia de Al Capone». La lucha entre Menottistas (defensores de la belleza del juego) y Bilardistas (defensores del resultado práctico) fue épica. Curiosamente, ambos consiguieron un mundial y ambos fueron líderes.

Y el tercer flaco es Landucci, argentino que fichó por el Sporting de Gijón en 1973 y jugador icónico de mi adolescencia. Alto y espigado, de trotar parsimonioso, pero dotado de una buena técnica y, sobre todo, con una gran visión de juego. Landucci, típico cinco argentino 'armador', llegó precedido de cierta fama por haber sido campeón con su equipo, el Rosario Central, pero fue cuestionado desde el inicio porque algunos creyeron que disputaba la posición a un ídolo local, Tati Valdés, jugador prototipo norteño, muy del gusto del espectador de aquella época. Si a eso añadimos que Landucci no era un hombre carismático, sino más bien introvertido, no dejó gran huella aquí, aunque posteriormente llegó a jugar una final de la Copa Libertadores con el Deportivo Cali y en 1982, ya veterano, jugando de líbero, fue campeón con Estudiantes de la Plata. Landucci no consiguió ser un líder en el Sporting, mientras que Cruyff y Menotti sí lo fueron en sus equipos.

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Y volviendo a Sun Tzu y a Drucker ¿Cuántos políticos aportan liderazgo a la sociedad española? Para contarlos, sobran dedos de un manco.

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