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Compraría un coche de segunda mano a este hombre? Esa astuta pregunta fue planteada por John F. Kennedy en 1960, ante una audiencia televisiva en blanco y negro, que presenciaba su debate con Richard Nixon. Hasta ese momento la televisión nunca había jugado un papel ... decisivo en unas elecciones norteamericanas, porque su difusión era reciente. Pero la pequeña pantalla decidió aquellas elecciones porque Nixon no fue consciente de la importancia del nuevo medio, como ahora lo son las redes sociales, y no cuidó lo suficiente su aparición ante las cámaras, apareciendo con un semblante cansado y sombrío, todo lo opuesto al radiante, vigoroso y rutilante candidato demócrata John Kennedy, el cual rezumaba y transmitía por todos los poros de su piel cosas tan importantes como confianza, vitalidad y credibilidad.
La pregunta que lanzó Kennedy tenía mucha miga y causó impacto en el electorado norteamericano, dando la vuelta a unas encuestas que hasta ese momento favorecían al candidato republicado Nixon. La respuesta popular fue determinante y Kennedy triunfó sobre su adversario. Después, paradojas de la vida, ambos tuvieron un mal final y la historia se cebó con ambos. Por un lado, el vencedor Kennedy murió asesinado en Dallas en 1964, en un oscuro magnicidio, nunca aclarado, mientras que su rival Nixon pasó por el mal trago de ser el primer presidente norteamericano que se vio obligado a dimitir en 1974, por el affaire 'Watergate'. Pero lo verdaderamente significativo fue el fondo de la pregunta que Kennedy estaba planteando al electorado siendo ésta: «¿De cuál de los dos se fían más ustedes?». Pregunta clave porque en unas elecciones el votante no sabe hasta qué punto las promesas que realiza cada candidato serán cumplidas o no, con lo cual la confianza que cada uno de ellos genere es vital a la hora de conseguir el voto.
Tal vez porque Estados Unidos es un país muy dinámico, donde es habitual cambiar con frecuencia de casa, ciudad, trabajo y coche (de pareja ya es habitual cambiar aquí también), aquella pregunta de los coches usados y su fiabilidad caló hondo en la sociedad norteamericana y, años después, en 1970, George Akerlof (Connecticut 1940), licenciado en Economía por la Yale University, doctorado en el mítico MIT y marido de Janet Yellen, que después presidiría la FED, publicó un atractivo y didáctico artículo titulado 'Market for Lemons' ('Mercado para limones', que es como son conocidos en Estados Unidos de forma peyorativa los coches de segunda mano). Posteriormente Akerlof, que continuó su brillante trayectoria investigadora y pedagógica en Berkeley, obtuvo en el año 2001 el Premio Nobel de Economía, compartido con M. Spence y Joseph Stiglitz.
En aquel icónico artículo sobre el mercado de los coches de segunda mano, Akerlof explicaba de forma clara y entendible que hay una gran desconfianza por parte de los compradores de los coches de segunda mano a particulares, debido a que existe una información asimétrica, ya que el vendedor es conocedor de los problemas ocultos que puede tener el coche que pretende vender y el comprador sólo puede fiarse de la palabra del vendedor. Ante tal escenario, esa desconfianza o riesgo genera un descuento en el precio, lo cual hace que los coches buenos de segunda mano sean vendidos por otros canales, habiendo cada vez más coches problemáticos en la venta de segunda mano entre particulares, lo cual genera un bucle iterativo de desconfianza y precios bajos del cual no se puede escapar.
En la vida la información pocas veces es simétrica. Por ejemplo, quien pide un préstamo es conocedor profundo de su situación, mejor que lo puede ser la entidad que se lo concede, por mucho que lo analice. También quien contrata un seguro de salud tiene información de primerísima mano, basada en sus percepciones de cómo se encuentra realmente, que nunca podrá tener la otra parte, y así un infinito etcétera de casos, tal y como reflejó el húngaro John Harsanyi (Budapest 1920, Berkeley 2000), Premio Nobel de Economía del año 1994, compartido con un icono de la Teoría de Juegos como John Nash.
La política en el fondo funciona de la misma manera que el mercado de coches de segunda mano. Es decir, el coche es la política socioeconómica que llevará a cabo el gobierno al que se vota y el comprador es el votante, que suele ser engañado y que paga (su voto) por anticipado por un producto que tan sólo el vendedor (el Gobierno elegido) sabe si responde a lo que está prometiendo. El mercado de coches de segunda mano está desprestigiado, pero la política aún más, por la falta de transparencia democrática, las listas cerradas y con orden prefijado que el elector no puede modificar, la corrupción, el nepotismo y la partitocracia en la cual se ha convertido la democracia. Todo ello hace que exista una peligrosa desafección del ciudadano hacia la política, siendo percibida la clase política como un problema y no como una solución.
Cuentan que el todopoderoso general macedonio Alejandro Magno paseaba triunfal por las calles, exhibiendo su omnipotencia, cuando se detuvo delante del humilde Diógenes, que vivía en un tonel, y le dijo con prepotencia: «Pídeme lo que quieras y te lo concederé». La respuesta de Diógenes le dejó perplejo: «Que te apartes y no me quites el sol», lo cual refleja a la perfección la situación de España, en la cual hay una reforma legal en el campo laboral, económico, mercantil, etc. cada dos por tres. Lo que hace falta es estabilidad legal, transparencia, ética, reducir la asfixiante burocracia, reducir el gasto público ineficiente y dejar a los pequeños negocios trabajar en paz, porque no reciben ya ni un rayo de sol. Hacen falta leyes simples, claras y estables, justo lo contrario de lo que hay.
Es difícil seleccionar dos ejemplos de 'soluciones' y 'promesas' disparatadas provenientes de la clase política, porque la competencia es muy fuerte. Pero, me quedo con las siguientes. La primera proviene del inefable George Bush hijo, expresidente republicano de Estados Unidos, el cual cuando el país sufría una oleada de incendios que asolaba sus bosques y suponía un desastre ecológico, lanzó su famosa idea de atajar los incendios… talando todos los árboles. La segunda proviene del expresidente español Zapatero, cuando dijo hace años tener «la fórmula para hacer un reparto de los fondos autonómicos de modo que todas las CC AA saliesen ganando». O sea, algo así como si en una mesa de póker todos los jugadores afirmasen haber ganado dinero, cosa imposible dado que es un 'juego de suma cero'. Lo grave y asombroso es que esa idea la 'compren' y asuman ahora dirigentes de autonomías que son justo las que van a salir más perjudicadas con el nuevo reparto derivado del cupo catalán.
¡Ah, se me olvidaba! Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela, ese país que lo tiene todo para ser un grande y que malvive, ha decretado, como un 'detalle' para incentivar a sus ciudadanos, que la Navidad se adelanta al uno de octubre. Ya dije antes que la competencia era muy fuerte.
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