Hace tiempo se decía que cuando el índice bursátil norteamericano Dow Jones estornudaba, Europa entera cogía neumonía, en alusión a la clara dependencia de la artrítica economía del viejo y pusilánime continente respecto a la poderosa, dinámica y flexible economía yanqui. Los tiempos han cambiado ... a gran velocidad y, ahora, con la globalización y el auge de las economías asiáticas, la FED y el BCE empiezan a bailar al son que toca el Banco Central de China. Y el problema es que China parece que 'estornuda con fuerza'.

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El People's Bank Of China (PBOC) o Banco Central de China, con doble sede en Pekín y Shangai (O Beijing y Shanghái, como lo escriben ahora), es quien mueve los hilos de los tipos de interés en el gigante amarillo y ha decidido rebajar los tipos ante la evidencia del frenazo en la economía del país. China es un país con un potencial inmenso, derivado sobre todo de su gigantesca población, pero muy opaco. De hecho, es una mezcla o híbrido de capitalismo y comunismo difícil de entender para un occidental. Una especie de capitalismo con un férreo control del Estado y sin democracia, pero bueno… en otros lugares hay pseudemocracia con una libertad menguante.

El problema es que China, un país con más de 1.400 millones de habitantes empieza a estar envejecido, como consecuencia de aquella política impuesta hace años que impedía tener más de un hijo, y empiezan a asomar fisuras en el crecimiento del país, como lo demuestra el dato de que los préstamos y créditos concedidos en el pasado mes están en el punto más bajo desde el año 2009. Ese dato ha llevado al PBOC a realizar bajadas de tipos de interés en un intento de dinamizar el consumo. No obstante, cuando hablamos de crisis en China todo tiene otro significado ya que las perspectivas de crecimiento del PIB siguen siendo muy superiores a las occidentales, aunque todo ello dentro de un gran oscurantismo, lo cual resta fiabilidad a los datos. Por eso, no extraña que según unas estimaciones el PIB chino vaya a crecer más del 6% el próximo año y, según otras, sólo el 2,3%, lo cual significa una diferencia porcentual relativa abismal. Pero, a las dificultades de una reducción en el consumo de la población china hay que añadir que tiene un sistema financiero e inmobiliario muy tocado y que una bajada de tipos de interés reduciría el margen de las entidades financieras y pondría en peligro la supervivencia de algunas de ellas, con el efecto dominó que eso podría generar.

Y, aunque parezca sorprendente, también en China tienen una fuerte deuda pública. Realmente, todo el mundo lleva décadas viviendo por encima de sus posibilidades y los estados están muy endeudados, siendo los acreedores los ahorradores. En algún momento esa burbuja va a pinchar y las consecuencias pueden ser demoledoras.

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Por eso, los próximos movimientos de la FED y del BCE en cuanto a tipos de interés son un auténtico dilema y un profundo enigma. En la reunión de Jackson Hole de esta semana no está la clave, sino en las próximas que habrá en el otoño. Como curiosidad financiero-geográfica hay que señalar que Jackson Hole, población famosa por ser sede de reuniones de la FED y de personalidades influyentes de las finanzas, sólo es una pequeña población situada en un valle en Las Montañas Rocosas, en el estado de Wyoming (el menos poblado de Estados Unidos, el cual tiene capital en Cheyenne). Jackson Hole saltó a la fama en la década de los ochenta cuando convencieron al que era el máximo mandatario de la FED, el gigante (por estatura ya que medía más de dos metros y por talla intelectual) Paul Volcker de elegir a dicha población para las reuniones ya que tiene numerosos ríos con muchas y grandes truchas a las que era muy aficionado Volcker. Ante un argumento tan convincente, Jackson Hole se consolidó como sede de dichas reuniones. La costumbre fue mantenida en el tiempo por sucesivos máximos mandatarios de la FED.

Y, en las siguientes reuniones que se celebrarán en dicho poblado, cerca del Parque Nacional de Yellowstone (situado a caballo de los estados de Wyoming, Idaho y Montana) se decidirá si se apuesta por controlar el caballo desbocado de la inflación o si se apostará por relanzar el consumo para evitar un pulmonía ante el catarro que se cierne sobre la economía china.

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En otros lugares, como España, la ruta es subir más y más la presión fiscal y la macroestructura burocrática estatal, que ya supone que el coste de los funcionarios y empleados públicos supere en 8,5 puntos a la media de la OCDE, llegando al 51,7% del gasto público. En países como México, con unos deficientes servicios públicos, dicho coste alcanza el 70,9% del gasto público, mientras que en Japón y Holanda, dos países con unos servicios públicos ejemplares, es sólo del 23,5% y del 29,4% respectivamente. Lo cual desmonta la torticera teoría de que tenemos ese gigantesco aparato del Estado para ofrecer mejores servicios públicos al ciudadano. Lo tenemos porque es un monstruo creado por la clase política para servirse del mismo y por razones de clientelismo electoral. La gente lo que necesita es sanidad, pensiones, educación, seguridad, etc. y sobran miles y miles de chiringuitos innecesarios que sólo sirven para poner trabas burocráticas o palos en las ruedas a la economía.

En cualquier caso, como decía el genial humorista norteamericano Groucho Marx, cuando trataba de convencer a un incauto para la firma de un contrato, con esa agilidad verbal mareante de la que hacía gala, «¿Usted quiere que le mienta o que le engañe?...veo que le valen ambas cosas, lo tendré en cuenta». Así funciona la política, que inventa problemas en lugar de resolverlos y que fabrica deuda pública en lugar de ofrecer servicios públicos de calidad. Pero ya dice un proverbio chino que «cuando se gasta el dinero en lo superfluo, pronto habrá que prescindir de lo necesario». Insignes Premios Nobel de Economía de muy diversas tendencias, como Krugman, Stiglitz, Aumann, Prescott, Kydland, etc coinciden al afirmar que «un país y una sociedad son lo que se ve en sus prioridades de gasto público». Por eso estamos como estamos.

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