Hace ahora un cuarto de siglo, el psicólogo y consultor económico norteamericano Spencer Johnson (Dakota del Sur 1938, San Diego 2017) publicó una obra icónica, titulada '¿Quién se ha llevado mi queso?', la cual fue manual de consulta y libro de lectura de mesita de ... noche de muchos millones de personas. En el mismo, Johnson contaba la historia de unos ratones que vivían pasivamente felices, recibiendo cada día su ración de queso, sin cuestionarse quién les ponía el queso allí cada mañana, ni si a la mañana siguiente la ración de queso llegaría puntualmente. Cada día el queso estaba allí, listo para comer y así vivían muy bien... hasta que un día, de repente, el queso no estaba. La primera reacción fue de sorpresa, pero al día siguiente ocurrió lo mismo y ahí la preocupación ya fue mayor.

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Ante esa situación, un ratón decidió lanzarse a la aventura por el laberinto (la vida en libertad), lleno de peligros pero también de grandes oportunidades, mientras que otros prefirieron seguir esperando a que a la mañana siguiente el queso estuviese nuevamente allí. Pero, los días fueron pasando y el queso no volvió y el resto de ratones fueron abandonando su estado de incredulidad y de aversión al riesgo y optando por lanzarse a la aventura de buscar 'queso nuevo' para subsistir. Con el paso del tiempo, algún ratón fue encontrando raciones de queso para alimentarse, siendo la envidia del resto de ratones cómodos e, incluso, fue tomándole gusto a la sensación de saber buscarse la vida por sí mismo. Algunos incluso maldecían haber estado toda su vida 'comiendo la sopa boba' porque se daban cuenta que no sabían moverse por el laberinto y estaban presos del pánico y eran conscientes de que habían perdido el tiempo en su cómoda ratonera.

La parábola de los ratones de Johnson refleja lo que es la sociedad española actualmente y, en especial la asturiana, donde cada vez un número mayor de personas viven de ayudas de todo tipo, lo cual es celebrado por algunos como un auténtico éxito, cuando realmente a la larga esa ayuda se convierte en su alpiste en una jaula cómoda... pero jaula. El pájaro está muy agradecido cuando cada día recibe en su jaula su ración de alpiste, pero como no ha conocido otro mundo ignora que fuera de la jaula aunque hay peligros, también hay libertad y no sabe que podría volar y obtener el alimento por sí mismo, sin vivir encarcelado. Cuando los suministradores de alpiste le corten su ración diaria, porque ya sea imposible endeudar más al país (ya tenemos una deuda pública de un billón y medio de euros), en ese momento se dará cuenta que no sabe volar, que no sabe buscarse el alimento por su cuenta y el aprendizaje será extremadamente duro. Pero, mientras tanto, le repiten que su principal derecho es recibir su ración diaria de alpiste sin hacer esfuerzo alguno, aunque eso le convierte en un ser dependiente... dentro de la jaula.

Una sociedad sana y con futuro es aquella en la cual el Estado y todo su aparato burocrático están al servicio de la sociedad y no al revés como sucede ahora, disfrazando lo que es una dictadura burocrático-telemática con el cínico nombre de Estado del Bienestar.

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Una sociedad sana es aquella en la cual los jóvenes reciben una formación útil para la vida y en la cual encuentran un trabajo digno y bien remunerado, en lugar de lo que sucede ahora ya que los más capaces se van al extranjero con el consiguiente empobrecimiento de capital humano que eso implica y los que quedan aquí pueden elegir entre convertirse en 'perceptores de alpiste' u opositar.

Una sociedad sana es aquella que genera sinergias entre los distintos colectivos de la población, no como sucede ahora en la cual hay la mayor polarización y enfrentamiento que se recuerda en medio siglo. Por un lado, trabajadores contra jubilados (un falso debate al que son conducidos torticeramente), mujeres contra hombres (somos complementarios y si no el mundo no existiría), empleados privados contra públicos (ambos son necesarios, pero sin privilegios de unos respecto a otros), trabajadores contra empresarios (imprescindibles ambos para cualquier sociedad) y así un larguísimo etcétera... porque la máxima es 'Divide y vencerás'.

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Una sociedad sana es aquella en la cual el dinero público se gestiona de forma eficiente y se establecen unas prioridades que responden a lo que verdaderamente necesita y quiere la sociedad (sanidad, pensiones, vivienda, etc.), y no aquella en la cual se destina una gran parte del dinero a pagar la carga financiera de una ingente deuda pública y a suministrar millares de dispersas y laberínticas ayudas (alpiste) para 'enjaular' a quien las recibe.

Una sociedad sana es aquella en la cual el trabajador tiene derechos para llevar una vida digna, pero no se demoniza a quien lo contrata porque ambos son como las dos caras inseparables de una misma moneda, sin la cual nada funciona. España ya es el país de toda el área euro que tiene mayor rigidez en el mercado laboral y se sigue apretando la soga más y más, mientras se publican normas con carácter retroactivo en materia laboral y de cotización a la Seguridad Social que vulneran el más elemental principio de seguridad jurídica.

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Una sociedad sana es aquella en la cual cada persona puede expresar libremente su opinión sin temor a ser etiquetado de forma despectiva por aquellos que dicen defender la libertad pero que no toleran la más mínima discrepancia, a la vez que extienden certificados de cuál es la forma de pensar correcta.

Sobran jaulas, el alpiste se acabará y, como hicieron los ratones de la parábola de Spencer Johnson, sólo hay dos posturas. La primera es salir de la jaula ya y buscar alimento y aire puro y aprender a volar. La segunda es esperar, seguir con el alpiste y salir de la jaula cuando no quede más remedio. Ya decía el saber popular que 'Todos los caminos conducen a Roma'.

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La pregunta no es ¿qué tipo de ayudas necesita la gente? Si no, ¿por qué las necesita? El canario necesita alpiste porque está en la jaula, no está en la jaula porque necesite alpiste.

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