Sobre las cenizas humeantes del final de la Segunda Guerra Mundial, que dejó devastada a Europa, surgió la idea de construir una especie de 'Estados Unidos de Europa'. La idea arraigó por varios motivos. Por un lado, para tratar de unir un continente muy heterogéneo ( ... distintas razas, religiones y lenguas, así como multitud de países con un largo historial de conflictos bélicos entre ellos). Por otro, para tratar de emular un poco la idea de USA y, sobre todo, porque así el gigante yanqui trataba de poner un dique de contención al afán expansionista de la poderosa URSS, que dominaba todo el bloque del Este, el llamado 'Telón de acero'.
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La idea embrionaria surgió con la CECA (Comunidad Europea del Carbón y el Acero) y bajo el paraguas protector del Plan Marshall norteamericano, que inundó Europa Occidental de dinero, se fue desarrollando el proyecto, dando lugar a la unión inicial entre Francia, Italia, Alemania, Bélgica, Holanda y Luxemburgo. A dicho grupo irían uniéndose muchos países a lo largo del tiempo, entre ellos España. Y en ese proceso de generar una especie de Estados Unidos de Europa, que nunca llegó a cuajar del todo, era necesario contar con una entidad que tuviese una misión parecida a la de la FED estadounidense. Y así nació en 1998 el BCE o Banco Central Europeo, con sede en la ciudad alemana de Fráncfort.
A diferencia de la FED, que tiene como objetivo la estabilidad y el crecimiento económico, el BCE estableció como objetivo el control de la inflación, tratando de mantenerla en torno al 2%, lo cual ya implicó un objetivo menos ambicioso desde el inicio. Quizá en esa visión un poco miope y limitada, centrada sólo en la inflación, influyó el recuerdo terrible que tenían en Alemania, cuando en el periodo de entreguerras, es decir, entre ambas guerras mundiales, tuvo lugar allí la hiperinflación más grande jamás conocida, llegando al punto de que a la gente le resultaba más barato empapelar las habitaciones de su casa con marcos que comprar papel pintado con esos marcos. (De hecho en el Museo del nazismo que hay en Nuremberg se puede ver una casa prototipo de aquella época, con las paredes empapeladas con marcos). El caso es que ese objetivo limitado que le fue asignado al BCE desde el inicio siempre quitó protagonismo a dicha entidad, y supuso un freno para poder adoptar políticas agresivas y valientes en determinados momentos, a diferencia de lo que puede hacer la FED. Por eso el BCE casi siempre va a rebufo de la FED en sus movimientos con los tipos de interés.
A lo largo de su cuarto de siglo de existencia, el BCE ha tenido cuatro presidentes, a los que habría que añadir uno que es su autor o padre intelectual. A continuación se expone una breve reseña de cada uno de ellos.
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En primer lugar, y aunque nunca hubiese llegado a presidirlo, el verdadero ideólogo y padre del BCE fue el canadiense Robert Mundell, Premio Nobel de Economía del año 1999 por sus aportaciones al concepto de las denominadas ZMO (Zonas Monetarias Óptimas). Mundell, hombre de gran capacidad intelectual, era defensor de un papel más amplio para el BCE, pero la falta de unidad política de una Europa timorata y acomplejada lastró su brillante iniciativa.
El primer presidente del BCE fue el holandés Win Duisenberg, que ejerció su mandato entre 1998 y 2003. Duisenberg, tenía fama de hombre de reacciones rápidas, al cual no le temblaba el pulso y era conocido por un apodo que lo dice todo, 'Mr. quince minutos', porque dicen que era el tiempo que le llevaba implantar una medida en cuanto a tipos de interés cuando veía un entorno que aconsejaba dicho cambio.
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El sucesor de Duisenberg fue el francés Jean Claude Trichet, que ejerció el cargo en el periodo 2003-2011. Trichet, hombre con una formación completísima (Ingeniero de Minas y Economista), tenía una gran capacidad de análisis y su labor al frente del BCE es muy bien considerada, aunque siempre le persiguió la sombra de la sospecha de su actuación previa al frente del Credit Lyionnais. Aunque la justicia le absolvió de toda culpa.
Después vino un grande, un grande de verdad, llamado Mario Draghi, el cual presidió el BCE en el periodo 2011-2019. El italiano, cuando Europa era una entelequia, con gran división política y con líderes políticos de muy escaso nivel, casi ejerció de facto de Presidente de la UE, ante la dejadez y desidia de quienes tendrían que haber ejercido dicha labor. En plena tormenta financiera, con rumores de que el euro podría desaparecer o fragmentarse en dos, (Euro A para los países cumplidores y Euro B para los incumplidores y gastizos, como España), Draghi, hombre de una inmensa formación en el campo financiero, pronunció aquella mítica frase en inglés en el año 2012 que decía: «The ECB is ready to do whatever it takes to preserve the euro. And believe me, it will be enough» (El BCE está listo para hacer lo que sea para defender al euro y créanme que será suficiente). Las palabras del astuto e inteligente Draghi dejaron claro a los especuladores, que lanzaban tremendos ataques bajistas contra el euro, que no tenían ningún futuro. Una de las misiones que tuvieron que afrontar tanto Draghi como su sucesora, Lagarde, fue la compra de cantidades ingentes de deuda pública para evitar el shock y la bancarrota total de países como Italia, España y Portugal. A Grecia ya no fue suficiente ni con esa ayuda.
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Y después, vino el mandato de la francesa Crhistine Lagarde, bastante más oscura y menos brillante que su antecesor en el cargo. Con una menor capacidad comunicativa, sus detractores dicen que bajo su mandato el BCE pasó del eslogan de Draghi de «Haré lo que sea... para defender al euro», al «Sea lo que sea...», en señal de una actitud pasiva que siempre ha ido a rebufo de lo que haga la FED. En su defensa también es cierto que le tocó lidiar con una época extremadamente difícil por el daño financiero y económico que el covid19 causó a la economía europea.
En cualquier caso, el BCE también ha sido siempre un reflejo de lo que es Europa, un continente venido a menos y que se preocupa más de cómo repartir la riqueza que de cómo generarla. Y ya decía el genial humorista y pensador norteamericano Groucho Marx que «desconfío de los que reparten las ganancias antes de conseguirlas y todavía más de los que son generosos con el dinero ajeno».
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