A partir de mañana lunes, José Manuel Arias (Gijón, 1959) iniciará una nueva etapa en su vida personal al estrenarse como jubilado después de haber permanecido treinta y ocho años en su empresa -Ensidesa, CSI Corporación Siderúrgica, Aceralia, Arcelor y ArcelorMittal-, en la que ha ... desempeñado siempre cargos de la máxima relevancia, entre otros, el de presidente de ArcelorMittal España. A partir de ahora, la cúpula directiva del gigante siderúrgico mundial se queda sin un representante español que defienda, como lo ha hecho Arias de una forma extraordinaria, los intereses de los emplazamientos industriales de nuestro país. Y para los de Asturias, Avilés y Gijón, una pieza básica para ir ganando paso a paso el futuro.
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La marcha de José Manuel Arias, a la hora de hacer un pequeño resumen de su dilatada carrera técnica y directiva, deja un sabor agridulce en este momento al no haber podido asegurar, como era su deseo, los dos pilares en los que más hincapié hizo en los últimos años: el proceso de descarbonización con la sustitución de un horno alto por una planta de prerreducidos (DRI) y el horno eléctrico en Gijón, y otro posible en Avilés, y una nueva etapa para el empleo de energías limpias, en este caso el hidrógeno, que no podrá ser efectivo en 2025, como se había anunciado en la presentación de HyDeal, configurado como el proyecto de hidrógeno verde más relevante del mundo. En ambos casos queda su trabajo y el haber logrado convencer a la alta dirección de ArcelorMittal de que apostara por ellos, pero la coyuntura económica mundial manda. Y manda para mal en este momento para la UE, para España y para Asturias.
El ingeniero José Manuel Arias llegó a la antigua Ensidesa en 1986. Tenía en ese momento 27 años y pronto pasó a formar parte de un grupo de destacados técnicos y directivos que configuran una historia relevante de la empresa siderúrgica. Diez años después, en 1996, tuvo la oportunidad de demostrar su capacidad de liderazgo al alcanzar su primer gran reconocimiento internacional tras cerrar con éxito la construcción de una acería como la de la LD III de Avilés -la 'catedral de la siderurgia', como fue llamada el día de su inauguración por el Rey, el 20 de febrero de 1989- en la ciudad china de Wuhan, más conocida hoy por haber sido el lugar en el que se originó la pandemia del coronavirus. Arias lideró un equipo de cuarenta personas, que se trasladaron desde Asturias a la localidad china para las labores de asesoramiento y formación, siguiendo el modelo de éxito que se había puesto en marcha aquí bajo la dirección de Carlos Avello, director industrial de Ensidesa y CSI Corporación Siderúrgica.
Tras las sucesivas conversiones de la antigua Ensidesa, proceso de privatización incluido, se llega a 2006 con la entrada de la familia Mittal como nueva propietaria de la siderúrgica española. Uno de los nuevos directivos, del clan de los 'flamencos', Robrecht Himpe, cuenta desde el principio con José Manuel Arias, estableciéndose una relación de confianza a la que el ingeniero asturiano responde con un buen desempeño en el plano técnico y competitivo. En el consejo de administración de la compañía figura el español Gonzalo Urquijo, aunque no en las unidades operativas de negocio, y cuando este sale de la empresa surge la figura emergente de Arias en el Clúster Sur. Se inicia así una relación directa con Aditya Mittal y este le identifica como la persona clave en el negocio, avalado por un excelente trabajo técnico y el cumplimiento de objetivos y resultados.
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La lucha contra el cambio climático provoca la constitución de un comité que dirige Aditya Mittal, encargado de elaborar una serie de informes sobre la 'ruta verde' del acero. Arias lanza en ese comité la propuesta de sustitución del horno alto por la planta de prerreducidos y un horno eléctrico y echa sobre sus espaldas todo el proceso de cambio estratégico, incluido el de lograr el apoyo del Gobierno español. Toda su gestión, discreta, al más alto nivel, con Pedro Sánchez y la ministra de Industria Reyes Maroto, y no exenta de divergencias en plazos y ayudas, cristaliza en el acuerdo firmado por el que España aportará la cantidad de 450 millones de euros en ayudas públicas para un proyecto que ronda los mil millones.
A nivel personal, Arias estaría encantado de iniciar mañana su jubilación con el objetivo cumplido de haber asegurado el acero verde en Asturias para otros treinta-cuarenta años. El problema es que su gestión ha chocado en este momento con una situación económica mundial en la que el accionista de ArcelorMittal, como el de la mayoría de las multinacionales europeas, observa que es mucho más rentable ir a la India, Brasil o Estados Unidos para conseguir financiación, para una recuperación de la rentabilidad mucho más rápida y en definitiva, para «ganar más dinero». Efectos perversos de una combinación letal en el mundo: pandemia, guerra(s) e inflación.
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España juega además en inferioridad de condiciones respecto a otros emplazamientos europeos de ArcelorMittal como los de Dunkerque o Flandes porque allí se aseguraron unas plantas piloto orientadas a la descarbonización cofinanciadas con grandes tecnólogos. Uno de los últimos ejemplos fue el proyecto 'Steelanol', en Gante, para la captura y utilización de carbono (CO2), contando con el apoyo de los gobiernos de Bélgica y Flandes, único en Europa. Aquí eso no se ha hecho. Al final, España, y más concretamente Asturias, corre el riesgo de tener que importar los prerreducidos, lo que a la postre significaría incrementar la vulnerabilidad del proceso, sin garantías plenas de suministros y, por lo tanto, más caro y menos competitivo para los clientes. Serio aviso.
El segundo gran objetivo de José Manuel Arias fue el de la utilización del hidrógeno en el proceso productivo. HyDeal, la suma de intereses de varias compañías punteras, nacía con el más que ambicioso objetivo de conseguir en 2025 un precio 'insuperable' del hidrógeno: 1,5 euros/kilo, en base a una electricidad conseguida a través de grandes paneles solares en Castilla y su posterior envío a Asturias a través de gasoductos exclusivos. De momento, no. Por eso, los dos grandes proyectos liderados por José Manuel Arias le han dejado con la miel en los labios, no por su gestión, que todo el mundo califica de excelente, sino por circunstancias exógenas adversas e incluso alejadas de los propios negocios.
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Perteneciente a una multinacional que en Europa se deshizo de numerosas plantas, vendidas o cerradas, el emplazamiento de ArcelorMittal en Asturias consiguió los mejores resultados de todas sus fábricas europeas en el primer trimestre del presente año, mientras que en el segundo trimestre ocupó el segundo puesto. Arias y su equipo responden de eso, lo mismo que de la excelencia de su centro de I+D+i de Avilés, un referente mundial.
Casado con una avilesina, padre de un hijo también ingeniero, serio aparentemente, pero con una fina ironía muy asturiana, Arias se jubilará mañana con el reconocimiento general por su dedicación, inteligencia y por haberse convertido en el 'defensor acérrimo' de la siderurgia española y la asturiana en particular.
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Relevo en la cúpula
El relevo de José Manuel Arias lo toma ahora el ingeniero francés Philippe Meyran, asentado en Asturias desde hace años. Se confiesa un «enamorado de Avilés», en donde está casado y vive, plenamente integrado en la ciudad. Y conoce en profundidad los entresijos y los intereses de su empresa aquí.
Pero con la marcha de Arias también se ha abierto a determinados niveles un debate sobre la ausencia de un 'plan de sucesión' que asegurara y mantuviera la presencia de un español, asturiano, en la cúpula directiva de ArcelorMittal, como ha sucedido hasta ahora. En todo caso ese es otro debate, otra historia.
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