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Hoy con el Restallón y la Danza Prima finaliza la Semana Grande. Como siempre, motivo de opiniones variadas y debate continuo. Entre otras cosas, porque todos los años se le pide que sea aún más grande (nunca mejor dicho). Esto es, que sea muy intensa, ... con mucha asistencia y no se sabe cuántas cosas más. Desde la hostelería, dicen que se puede alargar. O sea, que englobe dos fines de semana consecutivos para que las fiestas de Begoña sean aún mayores. En Valencia, para que nos demos una idea, el mismo sector es partidario de que se retrase la vuelta al colegio. Así, claro, hay motivo para más días de vacaciones y consumo. Además, quieren sacar los bares a la calle. Al igual que sucede en otras ciudades, montar chiringuitos en determinadas vías con objeto de que se anime el ambiente. El problema, quizá, será para quienes tienen que trabajar. Habrá que regular muy bien las horas de ocio y descanso. En cualquier caso, el Ayuntamiento parece receptivo a estas peticiones. Incluso no ve con malos ojos que se extienda en el tiempo y pase a ser de diez días, como mínimo. En fin, siempre se puede aportar algo nuevo. De hecho, no estaría mal que se produjese una cierta renovación. Por ejemplo, en la programación de espectáculos que en 2023, a mi entender, ha sido floja. Sin embargo, lo que debe quedar bien claro es que la diversión también tiene un límite. Si extendemos sobre manera la fiesta llegará un momento que perderá interés. Nuestra Semana Grande siempre está llena de gente por arraigo y tradición; el problema lo tenemos después. Cuando llega septiembre y nos quedamos sin visitantes.
Efectivamente, a mí me sorprende que la mayoría de propuestas de la hostelería incidan en la temporada estival. Ahora bien, como todos sabemos, en cuanto llega el otoño (y sobre todo el invierno) el turismo cae hasta límites insospechados. Entonces, pregunto, ¿no sería mejor tener un balance equilibrado? A la postre, no un Gijón a reventar en verano y semivacío el resto del año.
¿Cuál es el objetivo a conseguir? ¿Qué haya cada vez más turismo estival o lograr que se reparta durante las cuatro estaciones? En las alas asturianas ocurre un fenómeno estacional con hoteles y restaurantes. Abren apenas seis meses al año, en el mejor de los casos, mientras que el resto del tiempo permanecen cerrados, dejando las localidades como auténticos fantasmas. En definitiva, yo prefiero cambiar visitantes por habitantes.
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