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Es un hecho que el Instituto Nacional de Estadística (INE) erró en sus previsiones para Asturias. En 2022 hizo una proyección que cifraba en este año o el pasado la bajada del millón de habitantes. Ya saben, esa especie de barrera psicológica que nos ponemos ... los asturianos a la hora de medir nuestra decadencia. El caso es que nada de eso se produjo, sino más bien todo lo contrario. Entre otras cosas, porque el INE no fue capaz de detectar los flujos migratorios que hemos recibido. La tasa de natalidad más baja de España quedó compensada por la llegada de inmigrantes, en una cantidad muy por encima de lo esperado. De hecho, lo normal es que quien le sirva hoy el café, le haga algún arreglo en casa o cuide al abuelo/a sea de origen de extranjero. Ahora, este mismo organismo nos dice que ese corte del millón –vamos a llamar así a esa espada de Damocles poblacional que se cierne sobre nosotros– se producirá a partir de 2031. Algo que puede darse o no, puesto que depende de más factores que un simple cálculo estadístico. Bien al contrario, de nuestra capacidad para generar riqueza y puestos de trabajo, como hemos visto.

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