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Es usted huérfano? ¿Forma parte de una familia monoparental? ¿Vive en un concejo con riesgo de despoblación? Entonces, sí podrá aplicar las nuevas desgravaciones fiscales contempladas en los presupuestos de 2025. Son 8 deducciones y que, según el consejero de Hacienda, Guillermo Peláez, van a ... beneficiar sobre manera al sufrido contribuyente asturiano. En concreto, nos habla de que afectará para bien a unos 5.000 declarantes y permitirá que ahorren unos 17 millones de euros. Algo, permítanme, que pongo en duda.
Fíjense que la medida estrella –deducciones para tres tramos de contribuyentes entre 16 y 35 años– representa al menor porcentaje de la población en Asturias.
En la comunidad más envejecida de España y con pirámide de edad invertida,los jóvenes entre 16 y 25 años (2.000 euros de deducción máxima) que además trabajen y hagan una declaración fiscal, son una absoluta minoría. Por tanto, cuando el consejero nos cuenta que, en total, sumando las desgravaciones ya existentes, 105.000 asturianos tendrán que pagar menos en el Impuesto de la Renta de las Personas Físicas (IRPF), en fin, nos entra la risa floja.
Máxime, cuando vemos que se diseñan medidas como la siguiente. Resulta que, por fin, hay una desgravación de 500 euros para arrendadores de vivienda habitual. Es decir, aquellos que no se han marchado o pretendan regresar al mercado del alquiler de larga duración. Eso sí, viene con trampa: la renta debe considerarse de «precio asequible». Pregunto, ¿y quién lo fija? ¿La consejería de Vivienda desde un despacho? ¿Unos módulos publicados en algún documento oficial? Aviados vamos. Según Peláez, la llamada «vía fiscal asturiana» nos permitirá ahorrar unos 70 millones de euros que nunca veremos en nuestros bolsillos. Es más, la sensación en la calle es que tributar en nuestro paraíso representa siempre pagar más. En vez de deflactar el IRPF hasta un determinado nivel de ingresos, como hicieron otras comunidades el año pasado (Madrid, Aragón, Canarias…), el Ejecutivo asturiano insiste en aplicarnos esta especie de «segmentación tributaria». Una suerte de lotería fiscal donde, si cumples los requisitos fijados desde el poder, igual recibes algunas migajas en forma de desgravaciones. En caso contrario, ya sabes lo que te toca: pagar y pagar y volver a pagar, como los peces en la canción del villancico.
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