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En realidad, la famosa orquesta del Titanic era doble. Había una en primera clase y otra para el resto. Eso sí, en los momentos finales del buque ambas se juntaron, falleciendo sus ocho músicos durante el trágico naufragio. En Gijón, y con las obras pendientes, ... sucede lo mismo. Escuchamos una música agradable –ya no hay marcha atrás, se decía en mayo del 2023 sobre el vial de Jove– para luego ver como el proyecto se iba directamente al fondo del mar. Esa fue la primera orquesta. El nuevo Consejo Social de la ciudad constituido ayer está para eso: detectar cuándo la melodía del Ministerio de Transporte empieza a sonar. De hecho, las declaraciones del ministro, Oscar Puente, son de lo más preocupantes. Primero, sigue insistiendo en una carretera en superficie pese al rechazo ciudadano y segundo, dice que va a pinchar la burbuja de los soterramientos ferroviarios en España. Léase, pues, que algo (o quizá todo) le va a tocar a nuestro plan de vías. Esa es la segunda. Este Consejo Social recién constituido, digo, no está para guerras políticas, ni tampoco para jugar a ser técnicos; sino que su función es la de un lobby. Esto es, ejercer la presión necesaria para que las infraestructuras pendientes del Estado en la ciudad se realicen en tiempo y forma. Algo que casi nunca ha pasado y a lo que estamos peligrosamente acostumbrados. Si quiere ser útil, repito, tiene que ver venir el iceberg con antelación y maniobrar antes del choque. De lo contario, será un órgano que no servirá para nada.
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