Es un hecho que las obras municipales están acabando como el rosario de la aurora. Solo tienen que ver, por ejemplo, el sangrante caso de la avenida Pablo Iglesias: arteria principal que ha estado padeciendo una reforma durante trece meses. En concreto, cuatro más de ... los previstos. En este tiempo ha pasado de todo: desde roturas de tuberías con inundaciones, aceras por las cuales era imposible transitar o calles cortadas de manera casi eterna. Según dicen, será la semana que viene cuando terminen los remates. Sí, porque siguen los desniveles repentinos, las baldosas sueltas y el firme irregular. Vamos, una auténtica chapuza. Anteriormente y muy cerca de ahí, la calle Calderón de la Barca, también sufrió lo suyo. Estuvo durante casi año y medio con la obra paralizada al desistir la primera adjudicataria, quedando aquello como un auténtico tramo del París-Dakar. Por fin, los trabajos finalizaron en febrero con más pena que gloria. A esto tenemos que sumar las dificultades de la ecomanzana de La Calzada y avenida de la Argentina, donde el Ayuntamiento tuvo que aumentar el plazo de ejecución en cinco meses. Además, claro, de poner más dinero (646.712 euros). Por tanto, estamos viendo que algo falla cuando se licita y adjudican estas remodelaciones (o algo así) de nuestros viales. Las empresas: o lo hacen rematadamente mal, o ni siquiera son capaces de acabarlas. Bueno sería, pues, revisar los procedimientos y no solo acogerse al criterio de lo más barato. Ya saben, porque siempre sale caro.

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