La verdad, no sé por qué se ha armado tanto revuelo por la situación vivida el pasado fin de semana. Ya saben, autovías reventadas de coches en dirección a las playas, arenales abarrotados, retornos eternos, retenciones kilométricas y desesperación general. En definitiva, lo que sucede ... cada verano en las zonas de costa asturianas. Al menos, durante el presente mes vacacional –siempre que el tiempo acompañe, claro– sufrimos varios colapsos de este tipo. En el oriente, por ejemplo, a la altura del túnel de Villaviciosa la A-8 se satura, pese a que cortan uno de sus tres carriles, las playas ponen el cartel de completo y las policías locales luchan desesperadamente para que no entre ni un vehículo más. Si el domingo se esperaba récord de temperaturas por una ola de calor sahariano, ¿qué podíamos esperar? ¿Qué la gente se quedase en su casa viendo como el termómetro subía? ¿Qué no se moviese hacia el mar buscando un poco de brisa? Pues no, el desborde de todos los veranos es lo esperado. Si acaso agravado porque nuestro paraíso natural está de moda por su clima. O sea, lo que nosotros no soportamos (temperaturas por encima de los 30 grados), a los turistas les parece poco (vienen de zonas que superan ampliamente los 40). Lo dicho: nada nuevo.

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Entonces, ¿hay que sacar conclusiones por hechos puntuales? Yo creo que no. El año que viene volverá a suceder y en pocos días tendremos de nuevo nuestra normalidad. Esto es, ser la comunidad que más población pierde de España. Sin embargo, nuestro presidente, Adrián Barbón, aboga por tomar medidas. Habla de recuperar el control de accesos a las playas, como sucedió durante la pandemia. ¿Y qué hacemos? ¿Ponemos policías impidiendo el paso a los arenales cuando se llenen? ¿Una aplicación informática sobre su estado y a ver si le hacen caso? ¿Parcelas acotadas como en la lucha contra la covid? Sinceramente, lo veo complicado. Otra cosa es el necesario debate sobre el modelo turístico que tenemos. Al basarse en un bajo gasto del turista –todo el sector se queja de que es menor que el año pasado– necesita atraer mareas humanas para ser rentable. Si tuvimos 2.762.510 visitantes en 2023, queremos ir a por los 3 millones y así sucesivamente. Esto sí requiere una reflexión y no esa desgraciada normalidad de todos los veranos.

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