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La Ley de Vivienda de mayo del año pasado nació con el objetivo de que «pierda la banca, los fondos buitre y gane la gente». Al menos, eso fue lo que nos dijeron sus redactores, a la postre, el Gobierno de Pedro Sánchez y sus ... partidos satélite. Sin embargo, su aplicación ha resultado nefasta para el mercado del arrendamiento. La reducción de la oferta del alquiler y consecuente subida de precios ha sido continua. Desde su entrada en vigor, en Asturias, al igual que en el resto de España, la vivienda se ha convertido en el principal problema ciudadano y empezamos a ver la demagogia política al máximo nivel. Es decir, a que se iban a construir una pléyade de viviendas (hasta 180.000 habló Sánchez) gracias a la creación de una gran empresa pública. No sé, como una especie de Hunosa, pero de los pisos. En Asturias, por lo visto, es la vía que se pretende seguir para encontrar soluciones. La Consejería de Ordenación del Territorio, Urbanismo, Vivienda y Derechos Ciudadanos rechaza cualquier tipo de colaboración con el sector privado, queriendo convertir al Principado en la principal promotora de la región. Algo, a todas luces, abocado al fracaso.

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