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Forma tanta parte de lo nuestro como, no sé, el paisaje o la gastronomía. Hablo de las subvenciones. A todos los niveles y desde cualquier administración. Dicho en otras palabras: algo que los asturianos siempre esperamos y deseamos. Rara es la actividad económica que no ... tenga alguna o las anhele. Es más, en el caso de que no sea así siempre existe la posibilidad de señalar algún agravio comparativo como justificante para conseguirlas. Tomen como ejemplo, si no, lo que está pasando con el ferrocarril. Contentos con la apertura de la variante de Pajares, resulta normal poder disfrutar de billetes en promoción a menor precio. Más que nada, como gancho comercial. Ahora bien, la segunda parte viene cuando queremos pasar a que esta situación sea casi permanente. Es lo que se pretende con la petición de que la línea Gijón-Madrid sea declarada Obligación de Servicio Público (OSP). O sea, que pase a ser subvencionada por los Presupuestos Generales del Estado. Como nuestro AVE es particular (65 kilómetros por hora en el tramo asturiano) las operadoras privadas de momento no pueden entrar. Es decir, no disponen de trenes adaptados a nuestro ancho métrico. Por tanto, aunque seamos una isla dentro de la Alta Velocidad, al menos podríamos tener billetes más económicos y así esquivar la palabra maldita en nuestro vocabulario: competencia. Lo realmente importante a la hora de mejorar un servicio y abaratar sus precios.
Aquí no nos damos cuenta de que lo que se da con una mano, se recauda con la otra. Nada resulta gratuito. Cualquier política de subsidios lleva siempre aparejada sus correspondientes impuestos para financiarla. Esto es, si pagamos por algo menos de lo que cuesta se debe a que el resto se cubre vía tributaria. El último eufemismo empleado en Asturias para este sistema que lleva tantos años funcionando son las llamadas compensaciones. Si los trenes de última generación no llegan cuando se prometieron o los de ancho métrico tampoco caben por los túneles, obtenemos unas dádivas en forma de falso gratis y todos contentos. A la postre, parece que no sale de nuestro bolsillo, pero lo hace y de qué forma. Pues bien, lo más sorprendente es que hasta los propios empresarios o las cámaras de Comercio las reclaman de forma permanente. Incluso se felicitan cuando se consigue alguna prebenda, olvidando que lo importante es que podamos elegir entre varias ofertas. Somos así: adictos al subsidio.
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