Me encanta felicitar a dos jóvenes asturianos sin que me suene la frase a antítesis factual. La semana pasada los doctores Rodrigo Gil e Iván González llevaron a cabo en el Hospital de Cabueñes la primera cirugía con la plataforma robótica Da Vinci Xi. El ... nombre de la intervención –'prostatectomía radical'– es de los que producen el efecto inmediato de colocarse en posición. En posición de protegerse de un libre indirecto. Pero, bueno, será cosa mía que soy un cobarde. Según los cirujanos, este método permite realizar una «disección mucho más cuidadosa que con la laparoscopia» y precisar mucho más con problemas como la incontinencia y la disfunción eréctil. Además, permite una recuperación mucho más corta del paciente. Ya digo que ambos doctores posan en la fotografía de EL COMERCIO orgullosos de haber sido los primeros. Y nos congratulamos todos de su éxito y de su orgullo.

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Lo malo es que esas noticias escasean. En el faldón de la misma página se vuelve a constatar el incremento en las listas de espera quirúrgica en Asturias (134 días). No hemos podido enjugar aún el roto que nos dejó la pandemia y seguimos saliendo mal parados en comparación con el resto de España. Yo propondría explotar a este robot con nombre renacentista para acortar esos plazos. También se me ocurre que, como no puede protestar, lo enviemos a varios organismos públicos. Esos que todavía no se han enterado de que la pandemia se ha terminado y siguen empleando lo de la 'cita previa'. Estoy seguro de que Da Vinci mostraría más humanidad que algunos contestadores automáticos o que esas páginas web inextricables que convierten un sencillo trámite administrativo en una experiencia kafkiana. Pero igual el chaval, perdón, el robot, no da Vinci para todo.

Ahora bien, hay otra cosa que le agradezco a la máquina cibernética. La actual campaña del Ministerio de Igualdad me estaba dejando un tanto perplejo. Lo primero por el lema: ¿ese 'Ahora que ya nos veis, hablemos', a quién se dirige? ¿Quiénes son los nuevos visibilizados? ¿Quién era el que no estaba mirando hasta ahora? Son tantos los interrogantes respecto a la óptica que he llegado a pensar que era Gutierre de Cetina y no Irene Montero quien estaba al mando de la cosa. El segundo motivo de perplejidad es alguno de los objetivos: «Eliminación de tabúes sexuales» y que entre ellos ocupe un lugar destacado la «existencia del placer sexual a los 60». A ver, tampoco hacía falta machacarnos a los señores y señoras de cierta edad y anunciarnos que lo nuestro entra casi en el terreno de la anomalía, vaya, que tenemos que hablarlo. Lo peor ha sido nuestra reacción: asumir que a nosotros no nos ve ya nadie, en el caso hipotético de que nos miren, y eso me lleva de nuevo a los doctores Gil y González: «Las dos microcámaras de cada brazo del robot permiten una visión inmersiva en el abdomen del paciente». Enhorabuena otra vez. Por lo menos, a los paisanos,    Da Vinci nos mira.

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