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De momento la campaña electoral está resultando casi bipolar. Por un lado tenemos a los candidatos municipales pergeñando programas con unos 400 compromisos con los ciudadanos -una media de dos a la semana durante cuatro años-. Mucho me temo que ni ellos, los candidatos, ni ... nosotros, los votantes, lleguemos a leer nunca el programa completo. Los de mi ciudad agotan solo de ojearlos. Y me alegro, porque supondría que todos nuestros ediles iban a estar aquejados de hiperactividad y tampoco es eso. Además, han conseguido que la oración «no se deben tomar decisiones sin hablarlo antes con los vecinos» se convierta en un mantra transversal con muchos atisbos de ser el estribillo de la canción del verano. Conmigo que no cuenten si piensan hablar de las cuatrocientas medidas esas. Aunque supongo, no sé por qué, que ya me tenían amortizado.
Luego está el asunto de las elecciones autonómicas. Ahí sí que me producen desazón nuestros candidatos. En primer lugar todos sueltan lugares comunes aptos para concurso de Miss Universo: «Asturias necesita recuperar la autoestima», «hace falta motivar a los jóvenes para que regresen», «es necesaria una apuesta por los empleos de calidad», «imprescindible atraer empresas con un perfil verde, con perspectiva de género y ecosostenibles» ; «Asturias está en una encrucijada en la que se juega su futuro» (esa ya la emplearon Pelayo, Silo y demás, pero sigue funcionando) y así… ad nauseam. Eso sí, aquí no encontramos la más mínima concreción de cómo piensan nuestros próceres alcanzar esos objetivos del país de Jauja. Y no, no vale lo de los «fondos europeos, next generation», que ese plan Marshall es otro mantra berlanguiano.
En segundo lugar me llaman la atención algunas propuestas pintorescas, como la de revitalizar la minería o conseguir la extensión de los aseos «de un solo género» (sic). Se ve que no encuentran necesario presentar propuestas sobre alguna cosa importante que les incumba (ya, ya sé que los trenes no son cosa nuestra). A mí, por ejemplo, me apetecería saber si piensan modificar el estatuto para instaurar la oficialidad del asturiano y del gallego. Y hasta hoy solo se han pronunciado al respecto cuatro partidos. También me gustaría conocer si los impuestos que se van a liberar estos cuatro años en la educación primaria y secundaria (cada vez hay menos niños) se van a destinar a la atención asistencial geriátrica o qué plazos manejan para sacar adelante de una vez la Ley de Desarrollo Rural. Cosas así. En realidad no comprenden -o sí- que con campañas tan inanes como esta lo que están vaciando de verdad es la democracia, hurtándole al votante decisiones que piensan tomar una vez cerradas las urnas el domingo.
Nuestro presidente, por ejemplo, ha tenido que realizar otra vez una arrancada de caballo y parada de burro con lo de las circunscripciones (no, yo tampoco sé para qué están ni por qué tenemos tres). Hete aquí que con las nuevas leyes de memoria y tal nos han aparecido 123.000 votantes que residen en el extranjero. Ese 17% del censo es muy probable que no conozca Asturias, ni haya vivido jamás aquí, pero el hecho es que Argentina tiene más votos que Avilés. Y eso no sé cómo encaja democráticamente.
Don Adrián Barbón ha sugerido la idea de crear una cuarta circunscripción para ellos con un diputado, sin darse cuenta de que una circunscripción nueva, según la ley, debería contar con al menos tres y, con ese número de potenciales votantes, debería llevarse posiblemente seis o siete puestos en el Parlamento regional. De su idea no se supo más desde el inicio de la campaña. No sé por qué se mete en tales berenjenales, toda vez que ningún asturiano se siente concernido por ese rollo circunscripcional. ¿Algún vecino de Salas -es un suponer- sabe quiénes son sus seis diputados del occidente? ¿Alguna vez, en caso de respuesta positiva, los ha visto enfrentar su voto 'occidental' a lo que ordene su partido desde Oviedo o Madrid? Pues entonces.
La verdad es que a Barbón le ocurre como al aprendiz de brujo con las circunscripciones y con las lenguas. Quiere estrenar una oficial nueva y empiezan a multiplicársele, al final no sabe dónde ponerlas, y se busca inútilmente un lío. Yo le propongo algo bastante práctico: anule las tres. Las tres circunscripciones y las tres lenguas. Así nos ahorramos el problema de que aparezcan votantes procedentes de la Polinesia exigiendo…
Para atender al voto de fuera que quiere regresar nos basta con instalar una sola urna más. Con permiso del gran Maxi Rodríguez: votando en Villalpando.
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