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El 16 de abril de 1945 el general Patton ordenó a la 101ª División que transportara a toda la población de Weimar -cuna del inmortal Goethe- hasta el campo de concentración que acababan de liberar sus tropas: Buchenwald. Eran solo siete quilómetros, pero Patton arguyó ... que no quería «que ni uno solo de aquellos ciudadanos pudiera decir en el futuro que no sabía lo que había pasado a la puerta de sus casas». En ese campo en concreto se eliminó a cientos de miles de personas por ser disidentes políticos o judíos. Los alemanes han conseguido no olvidar esa lección. Da fe de todo ello Jorge Semprún, superviviente de ese campo e intelectual europeo que, como un personaje de Galdós, se fue a vivir a Francia y solo entraba en aquella España clandestinamente.
Pues parece que Patton ha ordenado transportar ahora a los carniceros de Buchenwald hasta la alcaldía de Weimar, perdón de Irún, Régil, Legutiano... En siete ayuntamientos se presentan a las elecciones municipales miembros de ETA condenados por haber asesinado en esas localidades. Naturalmente, todo esto ha servido de efímera munición electoral en el resto de España. Es fácil acusar al PSOE de haber intentado blanquear a la banda, pero no tiene mucho de lo que enorgullecerse el PP, que ha jugado a la política 'pop' con ella o directamente al olvido. Ya por no hablar de los habituales recogedores de nueces. No, no es culpa de nuestros partidos, ninguno se hubiera atrevido a legalizar, compadrear o pactar con ellos si nosotros no lo hubiéramos permitido para ocultar nuestro miedo o nuestra vergüenza.
Semprún decía, muy acertadamente, que comparar todos los fenómenos violentos con el nazismo o utilizarlo como insulto banalizaba el horror que Europa se había infligido. El nazismo deshumanizaba primero, para poder exterminar después, al miembro de otro grupo o al que se oponía a ellos, basándose en una superioridad de raza. Exactamente lo que practicó ETA durante cuarenta años, rebajando primero a 'txakurra' o 'enemigo de la patria vasca' al que después asesinaba. Mil personas perdieron la vida y decenas de miles la vieron cercenada para siempre. Y sufrieron eso por algo tan sencillo como que yo pueda escribir este artículo y usted pueda criticarlo sin que a ninguno de los dos le vaya a pasar nada por hacerlo. Es cierto que ETA ya no mata, pero también es cierto que hoy el paisaje de esos municipios vascos y navarros recuerda mucho al del hermoso Tirol de 1938, el de 'Sonrisas y lágrimas'. ¡Cuánta prosperidad y belleza! Como dice el filósofo vasco Fernando Savater: «Asesinaron por algo, y ahora estamos en ese algo». Nuestra victoria solo hubiera sido posible con un Nuremberg que nunca se produjo y, ya se sabe, 'vae victis', '¡ay de los vencidos!'. Era inevitable que nos sometieran a este escarnio. No me consuela pensar que podemos ser una sociedad con amnesia, a la que no importa que los asesinos humillen a sus víctimas con esta exhibición. No es cierto. Ahí tienen a esos renglones torcidos de Dios: Amedo, Domínguez, Galindo… (los menores de 50 que miren la Wikipedia que a mí no me da el folio), indultados, sí, pero que jamás podrían presentarse a la presidencia de su comunidad de vecinos. Moral tenemos y eso es lo malo, porque no usarla ahora va a salirnos muy caro.
No me cabe duda de que con todo esto el cine español hará estupendas películas dentro de 60 años. Y que narrar estas historias aportará muchos goyas. Con todo esto de hoy. Con toda nuestra infamia.
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