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El cine, sobre todo el norteamericano, ha dejado varios paradigmas y arquetipos sobre la dirección de un periódico. Mi preferido sigue siendo el Walter Matthau de 'Primera Plana'. Pocas veces el cinismo y la falta de escrúpulos han resultado tan efectivos, aunque sea para buscar la verdad. Lo cierto es que sobran los ejemplos y en casi todos se dibuja un estereotipo bañado por un aura épica: el cuarto poder destapando ante el pueblo a los poderosos.
Hoy en día la épica periodística viene rodeada de un aura mucho más crepuscular: ¿cuánto tiempo más van a seguir imprimiéndose periódicos? ¿Hasta cuándo va a subsistir el olor a tinta por las mañanas? Y lo más dramático de todo: ¿cuándo dejará definitivamente de estar separada la opinión de la información? Eso sólo lo garantizan ya, a duras penas, los diarios que se venden en los kioskos. Por eso la labor de los directores de prensa actuales recuerda más a la de dirigir la orquesta del 'Titanic' que a la de desvelar el Watergate. Aun así, hay seres que se esfuerzan porque esa llama última no se apague. Saben que la sociedad que se quede sin prensa será otra y nada pronostica que vaya a ser mejor.
Uno de esos tipos aparece en una de las mejores películas del maestro John Ford, 'El hombre que mató a Liberty Valance'. El genial Edmon O'Brien da vida al director del 'Shinbone Star', Dutton Peabody. Es antológica su escena enfrentándose a los villanos cuatreros, Lee Marvin y Lee Van Cleef, armado solamente con su rotativa y su bonhomía. Pero si no se me va de la cabeza estos días O'Brien es por la presentación que hace de su trabajo: «Soy el editor, director y reportero del 'Shinbone Star' y, también, el encargado de barrer el local». Peabody literalmente vivía en el periódico y casi muere en él. Parece que John Ford está pensando en otra persona, en nosotros -es lo que tienen los clásicos-, cuando hace decir al periodista: «Yo soy la voz apagada que resuena en la noche, el perro guardián que aúlla a los lobos».
Da una enorme tristeza el final de ese western crepuscular: el amor perdido para siempre por un generoso sacrificio, el jardín del protagonista devorado por la maleza. Una sociedad que se va transformando hasta que otro director reconoce: «Esto es el Oeste, cuando la leyenda sustituye a la realidad, se imprime la leyenda».
A los trabajadores de EL COMERCIO no les hace falta enfrentarse a esa dicotomía. La 'voz apagada que resuena en la noche', la bondad, el trabajo incansable y el amor a la profesión fueron reales y ya son leyenda.
Un abrazo a todos ellos y a Luz, a las dos.
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