De un tiempo a esta parte están saltando todas las alarmas. Acosos, vejaciones, agresiones y violaciones entre adolescentes y entre niños no dan tregua. ¿Qué está pasando? ¿Qué hemos hecho mal? ¿Por qué se están disparando a estas edades los problemas emocionales y de salud ... mental? Cuestiones en las que inciden multitud de factores, pero que tienen que llevarnos a la acción a los adultos e instituciones para que no sigan ocurriendo.

Publicidad

Partamos, si seguimos a Freud, de que el desarrollo psicosexual no comienza en la pubertad, sino que es un proceso a lo largo de la vida que tiene varias fases: 1) la oral, durante el primer año y medio, en la que la boca de un niño es la primera zona de placer. 2) La anal, que va del segundo al cuarto año de la vida. En la que aprendemos a controlar nuestros esfínteres. Los mecanismos de retención y expulsión de las heces nos proporcionan placer 3) La fálica, de los 4 a los 6 años, en la que el interés sexual se desplaza hacia los genitales y se establece la distinción morfológica y psicosexual. 4) Un periodo de latencia, que va de los seis a los siete años donde los impulsos libidinosos se tranquilizan. 5) La genital, que comienza en la adolescencia. En la que se producen las identidad sexuales. Estas fases freudianas no dejan de ser un modelo que ha quedado obsoleto. Para Freud casi todos los desequilibrios mentales provienen de una sexualidad reprimida y desajustada. Por eso, debemos tomar estas fases por las que atraviesa la sexualidad con ciertas reservas, porque la sexualidad ha cambiado mucho desde los estudios de Freud.

La sexualidad humana se construye en una compleja mezcla de procesos biológicos y relaciones intersubjetivas, que entran en un terreno pantanoso desde el momento en que niños algo creciditos y adolescentes que sienten fuertemente el impulso sexual, debido a la explosión hormonal que circula por sus cuerpos, lo canalizan viendo vídeos para adultos. Por primera vez en la historia de la humanidad, los niños están obteniendo la mayoría de la información de vídeos, redes sociales y mensajes comerciales que ven a través del móvil y no de la familia y la escuela. Hay niños que pasan muchas horas diarias expuestos a las pantallas. En muchos casos se debe a la falta de tiempo que tienen sus progenitores para dedicárselo a sus hijos por una deficiente conciliación laboral. Las conversaciones relevantes entre padres e hijos son muy escasas. Sobre la sexualidad pocas son las familias que tratan del tema y en la escuela se toca tangencialmente. La porosidad de los niños y los adolescentes al deseo es tan grande, que haría falta tener mucho equilibrio y mucho más tiempo de conversación con sus padres para que no se conviertan en unos ansiosos ávidos de poseerlo todo de manera inmediata y sentir todo lo que aparece en las pantallas. Por consiguiente, a los niños se les debería alejar del manejo del móvil a su antojo, o al menos restringir el acceso a la pornografía en edades tempranas mediante filtros. Cualquier niño o niña puede acceder con un clic a contenidos pornográficos y, al desconocer lo que es la sexualidad, creen que ésta consiste en lo que aparece en las pantallas: vejaciones a la mujer que la convierten en objeto, y vídeos donde es muy común que varios hombres mantengan relaciones agresivas con una mujer, además de sexo duro, maltratos, bondage y sadomasoquismo. La realidad virtual trasplanta a la real y niños y adolescentes intentan hacer lo que ven por imitación. La pornografía es la antesala de la actuación y, además, si llevan a cabo conductas semejantes a lo que han visto, lo cuelgan sin pudor para jactarse de su 'hazaña', buscando el reconocimiento de los pares. Un escenario que hemos creado al descuidar a los niños de la atención, el tiempo y el cuidado que se merecen y que a esas edades necesitan. Las consecuencias devastadoras del abuso de niñeras electrónicas muestran la patita.

A los niños se les debería, al menos, restringir el acceso a la pornografía

Existen estudios neurocientíficos que demuestran que los estímulos de las redes son muy potentes (el porno lo es), pero erosionan nuestra humanidad. Cuanto más distraídos nos volvemos porque nuestra atención está acaparada por los algoritmos, que perfilan lo que nos gusta, menos capaces somos de experimentar la empatía, la compasión y otras emociones. Para tomar decisiones morales sobre situaciones psicológicas y sociales de otras personas son necesarios tiempos largos y una reflexión adecuada. No obstante, sería un tanto precipitado concluir que estar expuesto a la lógica de las pantallas e internet mina nuestro sentido moral. Pero no es nada aventurado decir que a medida que las redes disminuyen nuestra capacidad para atender al mundo, se altera la profundidad de mantener empatía con los otros.

Publicidad

En definitiva, si la excesiva atención a las pantallas, entre otros factores, provoca carencias empáticas, emocionales, educativas y desordenes en la conducta, ¿qué podemos hacer? Como pocos estarían dispuestos a apagar las pantallas o dosificar racionalmente el tiempo que pasamos con el móvil, me parece urgente proponer una campaña de alfabetización mediática que enseñe a los más pequeños y a sus progenitores cómo se construyen los mensajes en los medios audiovisuales, las intenciones espurias del entretenimiento y, sobre todo, que nos detengamos a analizar las repercusiones de la pornografía que muestra mensajes violentos y alienantes. Pero la educación no lo puede todo, para educar un niño es necesaria la implicación de toda la tribu. Señalaba Simone Weil que competir por la atención es el territorio donde se libra el antagonismo entre tener sensibilidad o pasividad frente a lo real. Y aquí está el problema: el capitalismo de la atención se ha aprovechado de nuestras debilidades. Cuando no atendemos a lo que es relevante, porque quien decide lo que es relevante y lo que no no es la familia, ni la escuela, sino la maquinita que manipula la atención y nos hace teleadictos, entonces el deterioro del apego social y la salud mental están servidos. Mostremos a los niños lo que es relevante, a lo que se debe prestar atención y a lo que no. Sería el primer paso para enfocar adecuadamente los problemas.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad