Del 8 al 11 de julio Gijón acogió una Conferencia Internacional sobre Nanotecnología. Busqué material para relacionar el artículo con el tema y encontré dos noticias y un texto. La primera noticia es que Elon Musk anunció que su empresa Neuralink logró implantar un chip ... en un cerebro humano. La segunda es que existen técnicas de producción multicelular de organoides cerebrales. Los organoides son microtejidos multicelulares tridimensionales, creados a partir de células madre y diseñados para recrear fielmente la compleja estructura y funcionalidad de un órgano. Los organoides cerebrales, aunque no se parecen a versiones diminutas del cerebro humano, contienen neuronas capaces de realizar funciones similares a las del cerebro porque pueden formar múltiples sinapsis. En cuanto al texto, rebusqué en el libro del neuropsicólogo Mark Solms, 'El manantial oculto' (Capitan Swing, 2022). En el capítulo 'Construir una mente', Solms, comenta un texto de David Chalmers, uno de los autores eminentes en el estudio de la consciencia, que sostiene, apoyándose en varios experimentos, nada menos que lo siguiente: «Si los cambios en la experiencia corresponden a cambios en el procesamiento, entonces podemos concluir que si logramos sustituir las neuronas por chips de silicio con la misma función local, podríamos obtener un sistema isomorfo que tuviera el mismo tipo de experiencias». En otras palabras, en dos sistemas compuestos por elementos distintos, pero con la misma organización funcional, uno de neuronas y otro de chips de silicio, surgirían las mismas experiencias. En consecuencia, si reformulamos la consciencia como una forma de sentimiento podríamos dar una explicación física de la misma y no haría falta para que en una entidad surgiera la chispa de la consciencia contar con algo parecido a un sistema nervioso, sólo se requeriría la existencia de un sistema que funcione como tal. Con estos mimbres nos vamos acercando a la posibilidad de construir máquinas que se asemejen cada vez más a nosotros, como robots androides, ginoides para usos sexuales y la posibilidad de sustituir partes de nuestro cuerpo por exoesqueletos o prótesis, o poder implantar chips en cerebros que nos permitan manejar dispositivos digitales. Sendas muy tentadoras pero a la vez peligrosas.
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La inteligencia artificial (IA), que en un sentido lato podemos considerar como «una rama de de las ciencias de la computación que estudia los procesos contenidos en un programa informático basado en algoritmos y que le permiten la resolución de problemas», no nos ha dado excesivos problemas hasta ahora porque está basada en silicio, pero ¿qué puede ocurrir cuando empecemos a crear cyborgs compuestos por una parte mecánica, dotados de sensores y medios de locomoción, y los conectemos a un organoide cerebral o a varios y que estos puedan recibir señales eléctricas o químicas de circuitos conectados a los sensores del robot? No es acaso la mente una red de redes neuronales que están moduladas por neurotransmisores, hormonas y señales eléctricas. Por lo que podemos inferir que podría surgir consciencia en esos tejidos cerebrales orgánicos implantados en los robots. Supongamos que puedan llegar a ser casi indistinguibles de los humanos (no estamos tan lejos, empresas como IBM, Apple, Samsung y Neuralink están investigando al respecto), nos permitiría conversar con ellos, mantener relaciones sexuales con un ginoide, sentirnos menos solos… Una senda tentadora. No lo es menos el que puedan implantarnos chips en el cerebro (como el que dice haber logrado Neuralink, aunque la ciencia todavía no lo ha confirmado), con los que poder interactuar con dispositivos y que los enfermos aquejados de disfagia puedan recobrar la voz y la posibilidad de tragar si el chip activa sus neuronas motoras, o los tetrapléjicos poder mover las extremidades. Caminos maravillosos desde el punto de vista médico sin duda, pero llenos de riesgos y tal vez indeseables. Abren la puerta a sujetos a los que se les pueda manipular, cambiándoles o implantándoles determinadas ideas y a un mundo más desigual, porque no todos podrán acceder a la implantación de estas maravillas nanotecnológicas.
En cualquier caso, no soy optimista en cuanto al rumbo que está tomando la tecnología digital convertida en tecnolatría y tal vez nos quede poco para pasar de la IA a la IO (inteligencia organoide). Me parece terrible pensar que el envejecimiento de las sociedades podría requerir de cuidados a los ancianos que serán desarrollados por robots. No me cabe ninguna duda que las personas mayores acabaremos nuestros días relacionándonos con robots humanoides. ¿No será una pesadilla un mundo regido por autómatas con consciencia? ¿Podremos cambiar el rumbo de estas sendas tentadoras a las que nos aboca el determinismo tecnológico? Lo dejo aquí para la reflexión.
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