En el alejado 29/12/2020, la Consejería de Educación del Principado de Asturias publicó en el BOPA la Resolución de 16 diciembre de 2020, por la que se convocó procedimiento selectivo de acceso al cuerpo de Catedráticos a que se refiere la Ley Orgánica ... 2/2006, de 3 de mayo, de Educación. El plazo de presentación de instancias finalizó el 5 de febrero de 2021. Como pueden calcular han pasado más de dos años y la resolución de las cátedras, cuando escribo estas líneas, aún no se han asignado a los profesores concursantes.
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Así, pues, me parece un desprecio absoluto y un fraude de ley, por parte de la Consejería de Educación, a los profesores y profesoras que concursamos. No lo digo porque piense que una de las cátedras iba a conseguirla este escribiente. Aunque tengo muchos años en el oficio y méritos, sabía, ante el número reducido de plazas convocadas, que hay muchos docentes que estaban por delante de mí en puntuación. Nunca ocupé cargos directivos, porque siempre amé las trincheras, acumulé muchos cursos como jefe de departamento, pero mis posibilidades eran muy exiguas. Concursé, tal vez, por concursar (mera tautología); tal vez porque creo que está bien que haya posibilidad de un reconocimiento a toda una vida en la enseñanza; concursé porque hacía mucho tiempo que no se convocaban accesos a cátedras; en cualquier caso, por qué lo hice, sabiendo que tenía pocas posibilidades, carece de importancia, es baladí.
Lo cierto es que los profesores de enseñanza Secundaria llevamos muchos años trabajando bajo un techo angosto de posibilidades mínimas y asfixiantes. De ahí, que el concurso tuviese tanto éxito, en tanto en cuanto el elevado número de profesores que concursaron. El mínimo retazo de un poco de prestigio y cualquier parcela de realización personal se convierten en algo apetecible. Acceder a una cátedra lo es. Y lo es porque llevamos recluidos durante muchos años en un compartimento estanco: pocos han podido dar el salto a dar clases en la Universidad (en la que sigue primando la endogamia), o a poder dedicarse algún tiempo a la investigación, o conseguir una estancia en el extranjero, o el tan cacareado por los sindicatos año sabático, o la poca transparencia que tienen las comisiones de servicio y las licencias por estudios pagadas, o poder ejercer un tiempo en otros organismos públicos, salvo, claro está, que lo consigas porque te dediques a la política o pertenezcas a las redes clientelares de alguno de los partidos en el poder.
En pocas profesiones, como en la docencia, haces lo mismo desde que empiezas la singladura hasta que te jubilas. Además, sin ninguna posibilidad de poder minimizar el horario lectivo cuando vas siendo mayor. Desde que comencé llevo oyendo la matraca de la reducción del horario lectivo a los mayores de 55 años, que se repite como mantra cada vez que hay elecciones sindicales. Por eso, acceder a una cátedra, una promoción mínima, se convierte en algo apetitoso, debido a los inexistentes horizontes profesionales e intelectuales de los profesores de enseñanza secundaria.
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Pero la causa fundamental de mi indignación no es solo el retraso que lleva la resolución de las cátedras, lo que me conduce a escribir este artículo, postergado adrede porque esperé a que algunos concursantes protestaran. Me imagino que las cátedras saldrán, a mí ya ni me importa porque estaré jubilado, pero lo más indignante es el silencio de los concursantes, su mansedumbre ovina y la de los sindicatos del sector, que no han dicho ni mu. Ni una protesta, ni un comentario donde procede, ni una carta a los medios de comunicación denunciando el retraso, la desfachatez y la tomadura de pelo. Lo que muestra, una vez más, que en el sector educativo pueden hacer con nosotros lo que les venga en gana. Estamos siendo ninguneados y soportamos lo que nos echen. Así, una profesión que podía ser estimulante y vocacional se ha convertido en un tedioso trabajo en el que los que tienen cierta edad cuentan los años que les quedan para jubilarse y los profesores se retiran (perdiendo bastante dinero) porque ya no pueden más con la floración exuberante de burocracia, indisciplina en las aulas y los cambios de leyes educativas que duran en el tiempo lo que el partido que las promulga.
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