Los niños necesitan personas, no pantallas

Los ordenadores son meros instrumentos que son inútiles si no hay una auténtica voluntad transformadora para hacer una sociedad mejor y las escuelas e institutos tienen una enorme responsabilidad en estos tiempos

Miércoles, 12 de febrero 2025, 01:00

Hace algún tiempo focalicé mi atención en dos noticias para la reflexión. La primera apareció en la sección de Sociedad de este periódico, cuyo titular rezaba: «Los expertos recomiendan móviles sin internet para los menores de 16 años». El artículo incidía en la misma dirección ... que el aprobado 'Anteproyecto de Ley Orgánica para la protección de las personas menores de edad en entornos digitales', en el que entre otras medidas propuestas se encuentra la de subir de 14 a 16 años la edad mínima para poder abrir una cuenta en una red social o suscribirse a cualquier tipo de plataforma. La segunda noticia informaba que las familias asturianas empiezan a rebelarse contra la digitalización total de la docencia. Es lo que sucedió en el colegio Veneranda Manzano de Oviedo, en el que, según las fuentes consultadas, un grupo de padres y madres estaban preocupados por la instalación en las Chromebooks de los niños de la app Snappet, con la que debían hacer los deberes. Las cuestiones que se plantean en los distintos ejercicios son preguntas tipo test que conllevan, si la respuesta es correcta, gratificaciones instantáneas. Este modelo de aprendizaje está basado en el condicionamiento operante Skinneriano, que engancha a los niños a los deberes porque ganan premios y comporta estar muchas horas frente a la pantalla. Explicaban los padres y madres críticos con los argumentos del colegio y de la Consejería que defienden el uso de esta app que «los niños se agobiaban porque había profesores que mandaban muchos deberes», otros se frustraban porque había refuerzos negativos y tenían que hacer ejercicios adicionales, aunque a muchos les mola porque interactúan con la 'tablet'. En cualquier caso, la gamificación hace la educación muy competitiva y es desacertada para los niños.

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Así las cosas, creo que debemos congratularnos. ¡Por fin! comenzamos a darnos cuenta de la dictadura digital que sibilinamente se ha ido colando e imponiendo en todos los órdenes de la vida y contra la que apenas se han vertido críticas ni contestación en todos estos años. Hace tiempo que en estas páginas vengo advirtiendo del daño devastador que estas tecnologías causan en la mente y en la conducta de los adolescentes y niños la hipertrofia de pantallas y la exposición desenfrenada a contenidos de riesgo: pérdida de la atención, reducción del tiempo de sueño, sedentarismo, obesidad, acceso a la pornografía, contenidos violentos, aumento de los suicidios por depresión, autolesiones, carencias emocionales, problemas educativos… Ahora nos estamos dando cuenta con nitidez de la agresión y se encienden las luces de emergencia contra un mundo digital elaborado con colosales potencias de cálculo, diseñado por ingenieros de software que llevaron el timón de la nave, pero no elaboraron sistemas teóricos que predijeran el cambio que estas tecnologías iban a desarrollar en las conductas de las personas. Antepusieron inundar el mundo de herramientas que, en teoría, nos hacen la vida más fácil, aunque sabían de antemano que sus artilugios y herramientas eran adictivas y tóxicas, las diseñaron para ello. Las crearon para que las personas vulnerables pasaran horas y horas delante de la pantalla. Sus algoritmos están preparados para proporcionar contenidos personalizados que nos emboban, haciendo de nosotros cretinos digitales. Siempre sospeché del interés de los grandes poderes económicos y geoestratégicos en vendernos la digitalización de todas las cosas y pecamos de un optimismo digital ingenuo. Los ordenadores son meros instrumentos que son inútiles si no hay una auténtica voluntad transformadora para hacer una sociedad mejor.

Aunque estoy jubilado el tema que más me sigue preocupando es lo que se hizo y se sigue haciendo en la enseñanza. Escuelas e institutos tienen una enorme responsabilidad en estos tiempos en los que oscuros intereses tecnológicos y políticos conspiran para despedazar lo poco que queda del proyecto político de la Ilustración. Siempre me opuse a que se sustituyeran los profesores por pantallas. Durante los últimos cursos me fui quedando perplejo ante los procesos de transformación de las aulas, de las bibliotecas y de los alumnos con estos paisajes tecnológicos, que contaron desde el minuto cero con las ocurrencias y la complicidad de los distintos Gobiernos. Los niños necesitan personas, no pantallas y los ejercicios de las correspondientes materias no pueden ser solo pretextos para videojuegos 'didácticos', como pretende la LOMLOE. Que además sobrecarga a los profesores con una burocracia asfixiante (esto lo dejo para otra columna).

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