El Ministerio de Sanidad y las consejerías de Salud vuelven a dar la tabarra con la nueva 'cruzada' antitabaco. El reintento de demonizarlo aún más lo denominan pomposamente Plan Integral de Prevención y Control del Tabaquismo 2024-2027. Acabar con un hábito tan poco saludable ... parece ser harto difícil: lo llevan pretendiendo, legislación mediante, desde antes del 2 de enero de 2011, que entró en vigor la Ley Antitabaco que prohibía fumar en todos los lugares de ocio. Hace poco pusieron el foco en las playas y en algunas colocaron el cartel de 'Playa libre de humo'. El nuevo objetivo del plan, entre otros, es prohibir fumar en terrazas y espacios en los que haya niños. A este paso no quedarán espacios en los que fumar.

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Pasaron unos cuantos años desde aquel 2 de enero de 2011. El tabaco fue alcanzando precios desorbitados (lo subieron varias veces cada año). La norma fue respetada de manera educada y cívica por todos los santos fumadores que, como proscritos, salíamos a la calle para ejercer nuestro derecho a fumar. Llenaron los paquetes de cigarrillos de mensajes escritos con letras grandonas: 'Fumar mata', 'Fumar acorta la vida', 'Fumar provoca nueve de cada diez cánceres de pulmón'… Además, estamparon en las cajetillas imágenes horripilantes: pulmones y corazones abiertos en canal, bocas y lenguas vomitivas con cáncer, personas entubadas, gargantas de laringectomizados con un agujero que parecía el del ano. Los bares y la ropa dejaron de oler a humo… Y, sin embargo, los fumadores siguieron fumando en la calle y en las terrazas, helados de frío, como tristes caballeros andantes y obstinados quijotes. Tildados de herejes por la ortodoxia de las autoridades sanitarias y políticos de turno con afán de salir en los medios, que tratan al fumador como si fuese un menor de edad, una persona sin juicio, al que hay que proteger del mal, encarnado en el tabaco.

Tras estos ataques furibundos, el tabaco cambió su significado y dejó de ser un vicio a ser competencia médica. Pasó de ser algo sensual a entrar en la órbita de lo patológico: 'Tabaco o salud, tú decides'. Es verdad que muchos fumadores murieron como consecuencia del abuso. Sabemos que la dosis hace el veneno, es el axioma fundamental de la toxicología. Las estadísticas hablan de unas 50.000 muertes al año en España. Los fumadores y fumadoras que no murieron y siguieron fumando, utilizaron 'mecanismos de defensa' que no eran freudianos (en psicoanálisis son métodos o técnicas que utilizan las personas ante los conflictos y ansiedades de nuestro psiquismo) para neutralizar las embestidas demoledoras por parte de las autoridades sanitarias y políticos de turno, como explicaré después. Los psicoanalistas siempre dijeron que el cigarrillo en la boca es un símbolo fálico, por lo que su representación es una forma de pornografía subliminal que se utilizaba en las películas, a las que también alcanzó la censura y prohibieron imágenes con actores fumando, dado el efecto contagio, según ellos, que producía en los jóvenes.

Yo he conseguido dejarlo, pero espero no convertirmen un talibán antitabaco

Pero volvamos a los 'mecanismos de defensa' usados por los fumadores. Estos son: 1) Ante el precio desorbitado de la cajetilla, se pasaron a la picadura, más barata y con la que podías liar bastantes más cigarrillos de los que traían las cajetillas al uso. Esta operación de liar transformó el hecho de fumar en un ritual: sacar tabaco y filtro de la bolsita, el papel del librito y experimentar la comunicación directa de labios, lengua y saliva con las hebras de tabaco. Una experiencia sublime. 2) Ante los mensajes y las imágenes que provocaban pavor, adquirieron pitilleras y petacas y, así, acabaron de un plumazo con los mensajes agresivos, aunque algunos expertos y fumadores piensan que las imágenes, lejos de ser disuasorias, tienen el efecto contrario, porque nos habituamos a ellas y a los atractivos encantos del peligro. 3) Ante la evidencia, más allá de letreros, de que fumar acorta la vida porque está demostrado que es cancerígeno y devastador, decidieron dejarlo.

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Yo he conseguido dejarlo, de momento, pero espero no convertirme en un talibán antitabaco, como algunos exfumadores. En teoría, fumar en terrazas al aire libre no debería molestar a nadie, salvo que las volutas de humo con sus hilachas azuladas o blanquecinas y la evolución de sus bellas espirales entren por la nariz al vecino de mesa, cosa harto difícil, salvo que las mesas se encuentren hacinadas o les echemos directamente el humo a la cara. Por consiguiente, me parece que los políticos de turno pecan de 'legislavitis', ordenancismo desorbitado, que pretendiendo regularlo todo coarta la libertad individual y provoca situaciones absurdas que me recuerdan al cuento de Cortázar 'Instrucciones para subir una escalera', que dice: «(…) Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza y que, salvo excepciones, cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso». Instrucciones absurdas, ¿no? Similares al intento de reglamentarlo todo, como sucede con esta 'legislavitis' persecutoria contra el fumador, que no fumará sentado en la terraza pero lo hará de pie un poco más allá.

Ah, no se olviden de que el hombre se diferencia de los animales porque es el único animal que fuma. No fumar es perder una característica que nos distingue de ellos (bromeo).

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