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Gijón acogió del 13 al 15 de mayo el XII Congreso Mundial de Bioética. El marco temático versabs sobre 'Edición genética CRISPR-CAS9. Aspectos bioéticos y jurídicos'. EL evento reúnía a un conjunto de especialistas que expusieron y debatieron sobre esta técnica revolucionaria de edición ... genética, considerada un gran logro de la biología molecular, denominada 'Repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas' (CRISPR, por sus siglas en inglés). Esta herramienta permite corregir mutaciones del ADN, así como insertar, activar o desactivar genes; en otras palabras, podemos introducir secuencias de ADN en algunos puntos del genoma para manipularlo. Las posibilidades que se abren con esta técnica son asombrosas en la previsión y curación de enfermedades hereditarias, la creación de órganos humanos de recambio para trasplantes que no causen rechazo en los pacientes, la posible sustitución de genes alterados, la fabricación de virus terapéuticos y de bacterias especializadas en algún tipo de función, la creación de fármacos y vacunas, el diseño selectivo de animales y de plantas resistentes a las plagas o a condiciones climáticas extremas, etcétera. Pero también conlleva riesgos muy peligrosos. La intromisión en los arcanos de la vida siempre plantea grandes dilemas. Todavía no sabemos con certeza los riesgos a los que nos puede conducir la ingeniería genómica al manipular el ADN, porque puede dar lugar a fenómenos imprevisibles y emergentes. Recordemos las palabras de Erwin Chargaff (1905-2022), químico austriaco que descubrió dos reglas que ayudaron al descubrimiento de la doble hélice de Watson y Crick en 1953: «Se puede interrumpir la división del átomo, se pueden interrumpir los viajes a la Luna y la utilización de aerosoles… Pero no puede haber marcha atrás cuando se ha creado una nueva forma de vida». Lo ilustraré con un ejemplo: la reciente pandemia de covid-19 surgió en Wuhan (China), donde hay un laboratorio que manipulaba este tipo de virus, aunque nunca se demostró que fuera un virus creado en laboratorio que se les fue de las manos, y parece ser que pudo surgir de un proceso natural de zoonosis. A día de hoy no tenemos un dictamen concluyente.
Si contemplamos la historia de la tecnociencia observaremos que hemos sabido resolver mejor los desafíos derivados de ésta que las dificultades de convivencia que conciernen a nuestras vidas. Por eso la ética siempre me pareció la rama imprescindible de la filosofía. Es la que nos permite saber vivir bien e intentar resolver los graves retos que nos aquejan. Las últimas décadas del siglo XX y los comienzos del XXI estuvieron profundamente marcados por grandes descubrimientos y avances de las ciencias biológicas. Adquirió especial relevancia esa parte de la ética conocida como 'bioética', término acuñado por el bioquímico Van Rensselaer Potter, especializada en reflexionar y posicionarse sobre los problemas derivados de las investigaciones biológicas y sus aplicaciones, el conocimiento de la estructura celular y los mecanismos de reproducción, desciframiento y manipulación del código genético, la congelación e implantación de embriones, la clonación, la ingeniería genómica, etcétera.
En el año 2001 se publicó la secuenciación del genoma humano; en 2017, Feng Zhang, investigador estadounidense de origen chino, aplicó por primera vez la técnica CRISPR en células de mamíferos y en 2020 el premio Nobel de Química recayó en Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna por el desarrollo del método CRISPR-Cas9. Las cuestiones planteadas ahora que contamos con este arsenal tecnocientífico de edición genómica, nos permiten volcarnos en nuevos horizontes, en los que ya se habla no sólo de la posibilidad de 'mejorar' la especie humana –eugenesia, término que nos recuerda resonancias totalitarias que creíamos ligadas al pasado– sino también otras aplicaciones que rozan la ciencia-ficción, como la posibilidad de crear organismos artificiales y de 'resucitar' animales que se extinguieron hace muchos años. Es pertinente citar a Habermas, que en el libro 'El futuro de la naturaleza humana' (2001) nos planteaba un dilema. Según él, una persona diseñada por otras sería menos libre y aseveraba: «Las intervenciones genéticas 'mejoradoras' vulneran la libertad ética, en la medida en que ligan al afectado a intenciones de un tercero, que son irreversibles y de esta manera le impiden que se entienda a sí mismo con total libertad como el autor único de su propia vida».
En suma, es importante celebrar estos congresos mundiales que permitan una reflexión sobre los límites de lo que se puede y no se puede hacer, indagar sobre las posibles consecuencias y las responsabilidades tecnobioéticas, médicas y sociales que implica la manipulación del genoma. Es urgente contar con directrices bioéticas claras que conduzcan a un marco jurídico sobre su desarrollo y su uso. Pero soy escéptico con respecto a lo que podemos conseguir. Aunque señalemos límites a los rasgos inherentes de ese mundo futuro determinado por la tecnología y la ingeniería genómica, y regulemos ciertas modificaciones genéticas de animales, cultivos y de seres humanos en unos países, se pueden llevar a cabo en otros. Y por mucho que las potencias mundiales y el pensamiento ético y político se comprometan a que la edición genética se utilice sólo con fines benignos para la Humanidad, se puede acabar utilizando para otros. El advenimiento de ese 'mundo feliz' muestra riesgos y grandes desafíos, porque la estructura de lo que es un ser vivo ya no va a provenir sólo de sus rasgos genéticos surgidos por selección y mutaciones azarosas, sino que se podrá deber a una acción externa de manipulación genómica. Y todos sabemos que la industria farmacéutica, los laboratorios y los propios científicos están expuestos a tentaciones materiales: se disputan subvenciones, premios, fama, honores, derechos de patentes y, además, hay mucho dinero en juego. En consecuencia, los laboratorios biotecnológicos deben estar supervisados por organismos internacionales, al igual que la energía atómica. Esperemos que CRISPR-CAS9 no se vaya de las manos y la bioética sirva de salvaguarda y protección de la vida humana.
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