El candidato del PP a la Presidencia del Principado quería recabar ideas de la sociedad civil para su programa electoral. Va en la línea de un excelente artículo que publicó EL COMERCIO en diciembre escrito por el sociólogo Jacobo Blanco, 'Reivindicación de la sociedad civil', ... en el que conmina a los ciudadanos a implicarse, aportar ideas y participar en la gestión pública. Cuando leí el artículo me hizo recordar un reencuentro con dos amigos, que pertenecieron, como yo, a la tertulia 'Malvís'. Una cita a la que asistíamos los jueves cuando vivía en Ribadesella. Quedábamos en el bar de Sebas o en La Bohemia para dialogar, debatir y comentar lo que pensábamos sobre los más diversos temas políticos, sociales, emocionales, culturales, económicos... Cualquier cuestión que previamente alguno de nosotros proponía para el análisis. Recientemente celebramos una cena a la que solo asistimos tres. En esa ocasión las cuestiones que nos planteamos fueron las mismas que plantea Jacobo Blanco: ¿qué lugar ocupan hoy los ciudadanos que fueron referentes esclarecedores de lo que sucedía y aportaban algo de luz con sus ideas al tenebroso presente? ¿Ya no existe una sociedad civil comprometida?

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Abrió la charla un comentario sobre lo que han cambiado las relaciones Internet y las redes sociales, en las que abunda gente que fotografía y cuelga (en Facebook u otra red social) lugares a los que viajó, lo que come, lo que compra y los eventos a los que acude, pero pocos dicen argumentando lo que piensan sobre lo que acaece. ¿Dónde están ahora los intelectuales? Esas personas que, dotadas de cierto prestigio, gozaban de autoridad para poder emitir juicios de valor sobre los problemas del presente y que «se metían en lo que no les concierne» (Sartre). Eran depositarios de la razón práctica y solían indicar la dirección del progreso humano y los medios para conseguirlo. Mediaban en los conflictos aportando su sabiduría, y a ellos recurrían los políticos buscando asesoramiento cuando las cosas se ponían feas. Los intelectuales necesitaban del poder para realizar sus ideas y el poder los necesitaba para plasmarlas, prescindiendo a veces de ellas. Eran los consejeros del poder porque, no nos engañemos, los políticos siempre necesitan más de la crítica que de la adulación. Aunque como decía Kant en 'La paz perpetua', «No hay que esperar que los reyes sean filósofos ni que los filósofos sean reyes. Tampoco hay que desearlo; la posesión de la fuerza perjudica inevitablemente al libre ejercicio de la razón». Los intelectuales nunca se deben retirar a los cuarteles de invierno, la conferencia y el libro, y deben dar la cara frente a la estupidización supina de la sociedad a la que estamos asistiendo.

Continuamos la charla cavilando sobre el hecho de que la información es tan compleja y cambiante, que nos hace desconfiar de las elucubraciones solitarias de estos lobos esteparios, que dotados de mentes bien 'amuebladas', siempre tenían algo que decir. Ese era su compromiso: dar su opinión sobre todo lo referente al ser humano. Pero la hipertrofia de información ha multiplicado las voces, los ecos y las pantallas. Las ideas están disueltas en un guirigay ininteligible, donde cada uno va por la vida mirando en la pantalla datos y vídeos recalentados, con las orejas pegadas a los auriculares, lo que no permite ver ni oír la decadencia del mundo exterior. El poder de las pantallas es de tal magnitud que ha cambiado nuestras relaciones con todo lo que significó la cultura y la crítica.

El poder de influencia que tenían los intelectuales de cierta altura se ha trasladado a los medios, que marcan las prioridades de lo que se debe publicar, se hacen eco de lo que concierne a los problemas sociales y muchas veces encumbran a los famosos, en vez de a quienes tienen algún valor intelectual. Por eso, su influencia en la sociedad ha quedado reducida a un infinitésimo. La consecuencia: ya no importa tanto la búsqueda de la verdad, sino un pragmatismo romo de lo que funciona y es útil para cada uno, y así nos va. Inapetencia intelectual generalizada en la que se confunde tener información, con tener conocimiento y sabiduría. Hemos olvidado que la condición de ser ciudadanos es patalear en medio del lodo para seguir adelante. ¿Dónde está la sociedad civil que debe aportar propuestas en estos tiempos oscuros? Estas son algunas de las reflexiones que ocuparon el encuentro.

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