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No me gusta ser pájaro de mal agüero para anunciar lo peor, pero no puedo ser muy optimista con la que está cayendo a nivel mundial ante nuestros ojos. En primer lugar, los países de la OTAN están incrementando exponencialmente la fabricación de armas. No ... se debe al futuro regreso de Trump a la Casa Blanca, que en su anterior mandato propuso aumentar el gasto en armamento porque podía cerrar el grifo a su contribución militar a la OTAN, sino porque contar con una potente industria militar europea genera pingües beneficios y no deja de ser una manera de reindustrializar Europa. En segundo lugar, la presidenta de la Comisión Europea, Von der Leyen, presentó en su día unas directrices que marcarán la agenda europea para los próximos años. Entre los temas centrales, la defensa y la inmigración, pasando a segundo plano la crisis climática y la transición ecológica. En tercer lugar, volver a reintroducir algún tipo de servicio militar obligatorio me parece un gran paso atrás, después de las luchas que costó a los que fuimos objetores de conciencia (algunos hasta sufrieron cárcel) eliminarlo y que el ejército sea profesional. Taiwán ha restablecido el servicio nacional, que puede durar de cuatro meses a un año. Lo mismo ocurre en algunos países de la UE que están reintroduciendo la mili o barruntan hacerlo, supuestamente por la amenaza que supone la invasión rusa de Ucrania. Son los casos de Alemania, que ha aprobado un proyecto de ley para reintroducir una mili voluntaria, y de Francia, Italia y Polonia. España, de momento, no se ha pronunciado, pero todos sabemos lo que significa el refrán: «Cuando las barbas de tus vecinos veas cortar, pon las tuyas a remojar».
No voy a entrar en detalles, pero apuntaré tres razones simples de por qué me parece ilógico que reintroduzcan el servicio militar obligatorio. La primera, de peso, que no se trata en las guerras del siglo XXI de contar con ejércitos con más número de soldados, sino contar con armamento sofisticado y saber utilizarlo por parte de militares altamente cualificados e instruidos, eso es lo que puede conducir a la victoria sobre el enemigo, más que contar con muchos reclutas de reemplazo que pasen unos meses en el ejército. La segunda es una razón que me conduce a la sospecha: No será que quieren que la gente haga el servicio militar al objeto de 'inocularnos' ideológicamente el 'ardor guerrero' para que los ciudadanos se comprometan con la defensa de sus países, en unos momentos en los que el sistema educativo y la institución familiar ya no inculcan valores militaristas como el patriotismo, la fuerza, la valentía, la abnegación y otros muchos valores que se perdieron en las 'sociedades líquidas' de consumidores. Y la tercera, no será que, como escribía Canetti en el libro 'Masa y poder': «El que las guerras puedan durar tanto tiempo hasta el punto de que aún se mantengan cuando hace mucho que están perdidas, se vincula con la pasión más profunda de la masa: mantenerse en su estado agudo, no desintegrarse, seguir siendo masa, en vez de reconocer la derrota y con ella vivir la descomposición de la masa propia (…) ¿Qué crea la cohesión para formar una masa bélica? Crear la ficción de que se está amenazado». En esta ocasión discrepo de Canetti, en el sentido de que las amenazas no son ficticias, sino rabiosamente reales. Sí creo que debemos alarmarnos ante las alusiones continuas al aumento de las amenazas (expresión que se suele utilizar para describir los periodos que preceden a las grandes guerras). La invasión rusa de Ucrania, la explosión en Ucrania de un misil intercontinental ruso que puede transportar ojivas nucleares, la invasión israelí en Gaza y Líbano que puede derivar en un conflicto a gran escala... Irán lanzó misiles contra Tel Aviv y Jerusalén y los israelíes se tomaron un tiempo y respondieron bombardeando instalaciones militares iraníes. Ahora la incertidumbre en Siria, que una vez huido el dictador esperemos que la transición se haga bien (si es que les dejan, porque Israel ha bombardeado, cuando escribo estas líneas, bases militares sirias) y no acabe Siria en un Estado fallido como Libia. Si a todo esto sumamos las maniobras militares chinas frente a Taiwán, el envío de tropas norcoreanas a Rusia para combatir contra el ejercito ucraniano, la frivolidad con la que los medios hablan de la posibilidad de guerra nuclear y el augurio más funesto: una posible invasión de China a Taiwán, tenemos sobre el tablero una guerra mundial de consecuencias impredecibles que meten miedo.
Las fracturas y las contradicciones en las respuestas que han dado los países pertenecientes a la OTAN y los tibios movimientos de la ONU, que en vez de promover la paz en Ucrania e intentar un alto el fuego por todos los medios en el conflicto de oriente medio, han arrojado más leña al fuego, mostrándonos hasta qué punto las identidades y afinidades ideológicas sirven de muy poco para circunstancias imprevisibles. Estaremos atentos a ver si dejan, ahora al pueblo sirio, pero también a ucranianos, a palestinos y libaneses, decidir por ellos mismos y no se interponen a hacer la guerra en sus territorios otros países con intereses espurios. Tenemos que parar por todos los medios esta escalada belicista que no conduce nada más que a la destrucción y la barbarie.
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