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Cuando escribo estas líneas informaba EL COMERCIO de que Atención Primaria inicia el verano sin cubrir 790 guardias. Mal comienzo tras las recientes movilizaciones de los profesionales de la medicina y la enfermería, que muestran síntomas de colapso del sistema. La sanidad pública se degrada ... cuando aumentan las listas de espera y ofrece peores servicios. Lo que acaba obligando a muchas personas a destinar parte de sus recursos económicos a contratar un seguro médico o acudir a consultas privadas. Condenan a quienes no pueden hacerlo a una peor sanidad, que consecuentemente incide en su salud. Tener un buen sistema de salud pública estriba en que sus profesionales no se encuentren quemados y exhaustos. Sus reivindicaciones deben ser también las nuestras, que debemos apoyar. Está en juego algo tan delicado como nuestra salud. Durante y después de la pandemia se implantaron las consultas telemáticas y esto es no tener una buena sanidad. Si las listas de espera para una operación no se agilizan, es no tener una buena sanidad.
La consulta con el médico de familia tiene que ser presencial y con el tiempo no ajustado. Es muy importante que el paciente y el médico interactúen y se encuentren. La eficacia del médico de Atención Primaria va más allá de su capacidad y su talento profesional y se convierte en alguien carismático, casi mágico. El médico adquiere cualidades taumatúrgicas. El paciente confía en el poder curativo del médico, cuyas recetas ilegibles alguien dijo que tienen algo de enigmático. El médico de Atención Primaria es un generalista, pero debe tener una competencia singular en las particularidades de cada uno de sus pacientes, tanto psíquicas como somáticas. Porque, no nos engañemos, una parte de la curación resulta de la confianza que tengamos en el médico, que deviene en placebo psíquico. Una gran mayoría de las enfermedades tienen una causa psíquica. Las medidas preventivas son muchas veces más eficaces que la farmacología. Los médicos no pueden atender bien cuando tienen 43 consultas diarias. Parece ser que tras las movilizaciones consiguieron que se reduzcan a 30, pasar por un triaje las llamadas al 112, que se respete la jornada de trabajo y reorganización de las urgencias extrahospitalarias... Pero por lo que vemos hay acuerdos que no se cumplen.
Comentaba Remedios Zafra en el artículo 'Cinco minutos (una revelación violenta)' (El País, 6/3/2023) los cinco minutos que la sanidad madrileña dedica a cada paciente. Y decía: «Una enfermera susurraba a la doctora en prácticas: no podemos dedicar más que cinco minutos a cada paciente o colapsaremos. Yo había abandonado la sala de espera apretada de enfermos y estaba junto a la doctora. Sentía que quería ayudarme, pero la presión de fuera le dificultaba intercambiar un consejo conmigo, una empatía ampliada en un 'te escucho, cuéntame cómo estás y cómo avanzas'. No podía. Ella estaba tan estresada como yo y la maquinaria nos hacía engranajes. Pero... Tiene que pasar el siguiente. No puedes dedicar más de cinco minutos o colapsaremos. Y esta frase se hace futuro para el resto del país si esta inercia no se cambia».
El modelo público sanitario es uno de los pilares del Estado de Bienestar. Hay que desconfiar de los partidos políticos que pretenden rebajar algunos impuestos, que perciben como una extorsión al contribuyente, y al mismo tiempo aseveran que ellos mejorarán los servicios y la protección. Ambas cosas no se pueden dar a la vez porque las cuentas no salen. El mismo trasfondo de irresponsabilidad cívica podemos detectar en la percepción ciudadana de las ayudas asistenciales. Todos las demandan, pero a la vez las contemplan como líneas de exclusión entre ciudadanos, porque ven a los receptores de éstas como parásitos. Esta visión corta conlleva un Estado de Bienestar amenazado. Por una parte, por la falta de financiación para hacer frente a las crecientes necesidades de una atención de calidad a una población envejecida y, por otra, por los intentos de extender la sanidad entendida como negocio a través de la concertación y la gestión privada.
La salud no es un negocio. No debemos dejar que un derecho conquistado se pierda. Apoyemos a los profesionales de la salud que se dejan la piel por nosotros y cuya profesionalidad, ética, sentido de la justicia y equidad son valores que priman en ellos y cuyos gestores políticos llevan tiempo dañando.
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